El Emperador, los Mongoles y el Takionauta... de las piedras a las estrellas

El Emperador, los Mongoles y el Takionauta... de las piedras a las estrellas

No me lo puedo creer. Estoy en lo alto de una de las maravillas del mundo. En todo lo que abarca mi vista, en dirección este y oeste, veo un dragón de rocas serpenteando sobre las cumbres de las imponentes montañas. El impacto es deslumbrante, precisamente, porque la muralla no está construida en línea recta. No es una aburrida hilera de ladrillos perfectos demarcando la frontera norte del Estado, sino un río de piedra que recorre los contornos de la geografía china para quedarse al final con el alma del país incrustada entre sus bloques de granito.

China | 21 de marzo de 2009
Lalo de la Vega

Con la Gran Muralla China me sucede igual que con las Pirámides de Egipto. Son tan omnipresentes que si uno pronuncia ?las pirámides?, automáticamente imaginamos las de Gizeh, y si mencionamos ?la muralla?, nos viene a la mente la gran construcción china. Y en realidad la leyenda tiene sentido. Si a alguien le quedara alguna duda de que la majestuosidad puede ser material y palpable, debe llegarse por estos parajes. La Cheng Guo (?? ó ?Larga fortaleza?) es la mejor prueba de que el ser humano puede construir cosas más allá de lo imaginable por él mismo. No me asombra que en 1987 la muralla fuera nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que el día 7/7/2007, en una encuesta mundial en Internet, el proverbial muro haya sido elegido como una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo.

 

Llegamos aquí desde Beijing por una ancha autopista que hace el recorrido de apenas 60 kilómetros. ¡Tan cerca estaba la Capital del Norte de la peligrosa frontera! Incluso antes de verla, ya sentimos la muralla y nos dejamos impresionar por las montañas que nos rodean. En un recodo de la vía aparece la primera torre de vigilancia, aún imperceptible y lejana. Luego atravesamos un túnel y al salir, no puedo evitar la exclamación de asombro. Durante un tramo la muralla corre paralela a la carretera, casi al alcance de la mano. Después se pierde traviesa entre las colinas para reaparecer sorprendente a los pocos kilómetros y luego custodiar nuestro avance a una distancia prudencial. Continúa el juego hasta que en una ocasión la autopista pasa por debajo de una de las antiguas puertas del milenario muro. Sabemos entonces que ya estamos muy cerca de nuestro destino final.

Comenzamos el ascenso por la puerta de Badalin, ?la cerradura de Beijing?, debido a su cercanía a la capital, lo que al mismo tiempo la convierte en uno de los centros de visita más populares. Existe además en la mentalidad china todo un culto de procesión a la muralla. Igual que para los islámicos la Meca es un lugar sagrado adonde debe irse al menos una vez en la vida, entre los habitantes del País de Dragón existe la tradición de que ?un hombre de verdad tiene que ir aunque sea una sola vez a caminar la Cheng Guo?. Así, a nuestra llegada lo que primeramente pudimos observar fue una muralla ?no de piedra, sino de chinos? caminando en fila por los viejos senderos de ladrillo. Esos visitantes nacionales, venidos en torrentes de buses desde todos los confines del gigantesco país, portan camisetas y gorras con un mismo color y logotipo, lo que permite identificar los numerosos grupos. Para cada uno de los miles de puntitos multicolores que veo ahora subiendo las laderas de la montaña, este es el gran viaje de su vida. Es verdad que esta Meca china tiene la ventaja de tener 6 000 kilómetros de largo y por ello es accesible por múltiples lugares, pero si se tiene en cuenta que debe procesar la mitad de la población del inmenso estado, unos 175 millones de varones chinos, creo que este lugar de obligado peregrinaje queda en franca desventaja con relación a su colega árabe.

HISTORIA

La historia de la Gran Muralla China es tan serpenteante como su forma. En realidad no hay una muralla, sino toda una serie de fortificaciones construidas y articuladas entre sí por varias dinastías durante más de mil años.

Desde los inicios de su nación, los chinos tuvieron un peligroso enemigo: los tátaro-mongoles. Las temidas Hordas Doradas procedían de Mongolia y del norte de la Manchuria. Eran tribus nómadas xiongnu, consideradas bárbaras por los chinos porque no alcanzaron nunca el alto nivel arquitectónico y cultural del País del Dragón. Sin embargo, sus temerarios guerreros desarrollaron tales habilidades militares, que llegaron a conquistar uno de los imperios más grandes de todos los tiempos con 19 millones de metros cuadrados en Eurasia, y ocuparon a su paso gran parte de Persia, China, Rusia, Ucrania y los demás territorios vecinos.

Para protegerse de los ataques mongoles, desde el siglo III a.n.e., los reyes chinos que regían en las distintas comarcas fueron, cada cual por su lado, construyendo fortificaciones rudimentarias en la frontera norte de su reino para evitar el paso de las tribus bárbaras. En medio de ese proceso ocurre un hecho trascendental. En el 221 a.n.e. Qin Shi Huangdi, logró someter a los diferentes caudillos y unificar a todas las regiones para fundar un solo estado: China, o país de los Qin. A partir del 208 a.n.e., este primer emperador chino se dio a la tarea de unir todos los pedazos existentes para crear una sola muralla protectora del nuevo imperio. Las tapias que pude admirar apenas alcanzan los 7,5 metros de alto, porque el principal propósito del muro no era imposibilitar que fuera atravesado, sino impedir que los invasores trajeran caballerías con ellos, lo que les permitiría penetrar en el interior del territorio.

Dada las accidentadas condiciones geográficas y lo rudimentario de la técnica de entones, no es difícil imaginar cuánta sangre y sudor costó el elevar las pesadas rocas hasta semejantes alturas. Cientos de miles de siervos, vigilados por soldados, fueron obligados a ejecutar esas labores en condiciones infrahumanas. Sin embargo, muy pocos se atrevieron a desafiar al tirano, pues en Qin se combinaban de forma macabra la paranoia y la represión. Corrían los tiempos en que los prisioneros eran cortados en pedazos, se les ejecutaban quemaduras en la cara o se descuartizaban con caballos. Miles murieron en esa construcción, de manera que la muralla es llamada, con razón, el cementerio más largo del mundo. Pero todo esto le importaba poco al emperador. Nada le provocaba más pesadillas al caudillo que su propia muerte o una invasión del poderoso vecino del norte.* El proyecto imperial fue ejecutado a base de terror y látigo. Finalmente Qin,?corazón de tigre? logró extender la muralla unos 4 000 kilómetros.

Con la muerte de Qin Shi Huangdi y el inicio de la dinastía Han (206 a.n.e.- 220 n.e.), el imperio se expandió hacia el oeste, se restauró lo que quedaba de la muralla, además de extenderla a través del Desierto de Gobi, y se colocaron las torres de vigilancia. En esas atalayas vivían los centinelas que vigilaban el paso de enemigos. Las guarniciones se advertían entre ellas con señales de humo para informar de posibles ataques, lo que formó el sistema de comunicación más eficiente y útil para el imperio de aquella época. Cuando en alguna torre vigía se encendía una antorcha, se prendían también las antorchas de las torres vecinas; esto provocaba una alarma que llegaba rápidamente de un extremo a otro de la Cheng Guo. Por eso allí la frase ?la muralla está en llamas? dejaba de ser una metáfora para convertirse en peligro mortal.

Sin embargo, tantos esfuerzos, torres de vigilancia y kilómetros de muralla luego se volvieron inútiles. Según algunas fuentes, en 1210 las hordas mongoles bajo las órdenes del temido rey mongol Dschingis Kahn le dieron la vuelta a la muralla y penetraron por el este en el territorio chino. Otra leyenda cuenta que los manchúes, utilizando un ardid, lograron engañar a un general chino y cruzaron la muralla, transportando todas sus tropas durante tres días por el paso de Shanghai, no lejos de las olas del Océano Pacífico. Lo cierto es que China fue conquistada por las tribus del norte. En 1215 cayó Beijing bajo el empuje de las tropas nómadas y la muralla dejó de tener su utilidad estratégica, dado que aquellos de quienes se quería proteger al imperio eran ahora los nuevos gobernantes, que formaron la Dinastía Yuan. La expansión del imperio tátaro-mongol llegó a ser tan grande que ocuparon gran parte de Europa Oriental y llegaron hasta las puertas de Viena. Años más tarde, durante la Dinastía Ming (1280-1644), se expulsaron los mongoles del país, y se emprendieron colosales trabajos de renovación y ampliaron de la Gran Muralla China, que le dieron su mayor extensión y el aspecto que conserva en la actualidad.

La Gran Muralla China abarca desde entonces un total 7 300 kilómetros contando sus ramificaciones y construcciones secundarias. Cruza 9 provincias y 100 condados en su largo camino de este a oeste. A su paso vence montañas, valles de arenas movedizas, estepas, ciénagas y desiertos. Comienza en el paso de Shanghai, (Golfo de Zhili), cerca la frontera con Corea, y finaliza su paseo por la geografía china en el Paso de Jiayu en pleno Desierto de Gobi, al noroeste.

El paso de Jiayu era además la puerta para la Ruta de la Seda. Aunque ahí termina la muralla, a partir de ese punto seguían torres de vigilancia por toda la ruta para proteger a los mercaderes de seda de los asaltantes de caminos que abundaban en aquellos tiempos. Los materiales usados son aquellos disponibles en los alrededores de la construcción. Cerca de Beijing se utilizó piedra caliza. En otros sitios se utilizó granito o ladrillo cocido. Básicamente, era una larga tapia de arcilla y arena, cubierta con varias paredes de bloques. Eso la hizo muy resistente a los impactos de armas de asedio.

El paso de los siglos ha dejado su mella en la muralla. Los tramos visitados por los turistas están preservados e incluso algunos trayectos se han reconstruido. No obstante, luego de caminar varios kilómetros a lo largo de la muralla, pude ver partes derrumbadas en que el muro se reduce a un triste montón de peñascos. Debido también a su descomunal tamaño, la mayor parte de la fortificación está descuidada y hasta es usada como fuente de piedras para construcción de casas. Por ello existe la Asociación Gran Muralla China, cuyo fin es preservar este colosal monumento.

LEYENDA

A despecho de la muy difundida leyenda y pese a su longitud descomunal, no es posible ver la Gran Muralla China a simple vista desde la Luna o desde el cosmos. Esta creencia ha persistido e incluso se ha incluido en libros escolares chinos. Sin embargo, ha sido descartado por expertos que señalan que la Cheng Guo es casi del mismo color que el suelo que la rodea y apenas tiene ocho metros de grosor. En las zonas que pude recorrer, alcanzaba un ancho suficiente para permitir el paso simultáneo de 5 caballos o 10 soldados, aunque su estructura varía por tramos. Durante la dinastía Ming semejante calzada se consideraba muy espaciosa, pero las supercarreteras modernas y las pistas de aterrizaje de los aeropuertos de hoy son mucho más anchas y ellas tampoco son visibles desde el cosmos. No obstante, la muralla sí ha sido vista y fotografiada desde el espacio con aparatos especiales, aun cuando se requiere buen clima, iluminación idónea y saber muy bien a dónde dirigir la mirada. A pesar de eso, dicen que en las tardes de invierno, cuando los rayos del sol caen oblicuos sobre la Manchuria, es posible ver la larga sombra que despide la descomunal fortificación desde el espacio sin la ayuda de instrumentos ópticos.

Aunque desde 1970 el país empezó a preparar sus primeros tripulantes espaciales, no es hasta el 2003 cuando China lanza al espacio su primer taikonauta** en una nave de producción nacional. Me imagino la emoción que debe sentir un tripulante espacial observando a su país desde el cosmos, sobre todo, ahora que florece el orgullo nacional chino, porque en septiembre del 2008 lograron salir a pasear con escafandra por el espacio abierto. Muy pronto China tendrá su propia estación cósmica y de seguro utilizarán potentes instrumentos para rastrear los contornos de su símbolo nacional por excelencia. Sin embargo, no le envidio su privilegiada posición a los futuros taikonautas. Desde allá arriba no pueden ver en detalle toda la majestuosidad que yo ahora puedo andar. No pueden poner sus pies sobre estas piedras milenarias y tocar, con solo estirar el brazo, más de veinte siglos de historia

*-> La historia ha dado otros caudillos similares.

**- >Los soviéticos antes, y los rusos ahora, llaman ?cosmonautas? a sus tripulantes espaciales, los norteamericanos y europeos ?astronautas? y los chinos ?Takionautas?, pues ?Taikong? significa espacio sideral.


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