Afgana

Cuando me incliné sentí un golpe de sangre en el rostro. Una de sus arterias había estallado. Me incliné más e intenté presionar la herida, una de sus heridas. Grité desesperadamente pidiendo ayuda. Su sangre inundaba mis manos y yo? no sabía qué hacer. Grité aún más, con toda la potencia de mi ser?, Oí otra explosión y sentí como una fuerza me golpeaba sin piedad, e intenté resistir?, pero una nueva onda me alcanzó, me pareció volar en el espacio? mis manos ya no estaban en su herida? ¿Dónde estaban?

Relatos | 02 de abril de 2009
Delach


Sentí dolor en los ojos aún sin abrirlos y una enorme sequedad en la boca, mis manos buscaron mi cara e intuí el vendaje en las mismas. Una voz me tranquilizó. ?No abra los ojos, apagaré la luz central y entonces podrá hacerlo. No están dañados, solo muy doloridos. En cuanto a las manos están afectadas levemente. El resto son pequeñas heridas. Ha tenido suerte. Mucha?

-¿Y ella? Pregunté con ansiedad

-¿Ella? ¿Quién?

-No sé? estaba allí, yo la ayudaba, mi voz se entrecortó

-Son muchos heridos ¿Sabe algo más que nos permita buscarla

-Es? joven, con pantalón vaquero y una camisa? llena de sangre

-Ah! y una medalla de plata? No sé? de una Virgen? Búsquenla por favor, está mal herida? No pierdan el tiempo conmigo, búsquenla?

Caí en la inconsciencia y aún así, me dijeron, las lágrimas brotaban de mis ojos?

Serqui sobrevivió?, con secuelas, pero siguió viviendo. Había logrado huir de Afganistán, sufriendo mil penalidades hasta llegar a Europa, a España, un país bello, laborioso y pacífico, según sus propias palabras. ¡Lástima que en este país también hubiera gente que ponían bombas!


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