Vértigo. Recuerdos agrios. Sensaciones absolutamente físicas que un niño no puede contar. Claro, los niños por fuerza viven en un mundo paralelo lleno de felicidad en el que no entienden nada y observan a adultos a los que desean imitar. Adultos que no aprenden de los niños. Presión en los dedos infligida desde el interior hacia el exterior, cual fuerza reprimida que desea hacer explotar su prisión y manifestarse como el dios que es. Presión en el pecho, infligida desde el exterior hacia el interior, cual fuerza represora que por motivos que desconozco pretende que me quede donde estoy.
Opinión |
31 de diciembre de 2010
Odio a los espejos por no representar lo que siento de mí mismo, a menos que me presente con eso que otros llaman disfraz y que consiste en mi propia realidad interior, mientras que son miles de millones de humanos los que se disfrazan. Me parece inaudito que nadie viera lo sintomático que resultaba, por su simbología, ser aficionado a coleccionar pastillas de jabón y gomas de borrar con escasos años. 25 años después, un test psiquiátrico que indica maltrato psicológico. Pocos comprenden lo que le sucede a alguien a quien en lugar de ayudar a desenvolverse mínimamente en ese artificio bautizado como Realidad, han encerrado en una jaula y una vergüenza que no le pertenecen. Valiente para las emociones, cobarde para lo más cotidiano. El miedo a que el techo se me caiga encima es el mismo miedo a caerme por las escaleras si salgo de la habitación. En esa habitación pude encontrar varias ventanas a través de la cuales mostrarme tal cual soy y que literalmente me salvaron la vida. A través de esas ventanas se me puede conocer desde un primer momento. En los momentos menos adecuados de mi vida y por otra parte más disimulados, se me tapian algunas de esas ventanas que me impiden de nuevo llegar a probar la sangre de gente querida, como ya hice anteriormente aunque se resistieran al mismo tiempo que sentían una irresistible atracción. Se hace lo que se puede, por mí y por los demás. Ahora sé con certeza que la represión no está en mí. Está en el exterior. Mientras esa represión exista, represión contra la que debemos luchar en lugar de aceptarla por estar constituida en base a una burocracia que resulta ser el cáncer de la democracia, todos seguirán amparándose en normas que justifican sus decisiones, olvidándose de que ?normal? proviene de ?norma? y de que nada que no pretenda herir debe ser censurado. Alicia a través del espejo. Todo al revés. Y mientras tanto, el Hada Verde y las pastillas del mismo color empiezan a llevarse demasiado bien...