El idioma

El desconocimiento de un idioma actúa como cinta aislante mental, al tiempo que desdibuja en la mente el propio. Las palabras que fluyen y no son entendidas. Los gestos mal interpretados. Las presentaciones a desconocidos, más que nunca, marcados por una distancia geográfica que no se acorta con presencia alguna. El esfuerzo -titánico- cuando se trata de lenguas que no pueden ser relacionadas con otras, las conocidas, la nativa, la cercana. Disminuyes en tiempos mientras te aumentas por dentro en la convicción de ser lo que eres, quien eres, lo que sabes. Todo aquello que aprendiste y no fue suficiente. No como elemento básico para ejercitar una curiosidad que no aparece. Cuando no te importa lo que dicen y te ahogas en esas peroratas que circundan más allá del chino (por cierto, no es el más difícil). Cuando todos te sonríen esperando de tu boca esa arruga de vuelta. Cuando tus cosas ya no son casos te aferras a la historia inacabada de lo que hasta la fecha has sido.

Opinión | 22 de septiembre de 2010
Consuelo G. del Cid Guerra

Se dice que donde fueres haz lo que vieres. Pero nadie explicó nunca qué hacer cuando vas a la fuerza. Supongo que eso es exactamente lo que se entiende por ser extranjero. La tierra madre o la tierra extraña. Podrás adaptarte a una costumbre e incluso a los pilares básicos de sus palabras.

Sentirás una presión casi académica sobre tu pequeño y estúpido cerebro, de repente infantil, macabro o ágrafo. Analfabeta de la gran construcción.

Caligráfica. Imperfecta. Aislada. Terriblemente sola en un desierto ajeno, impropio de ti mismo porque ya no eres tú.

Ser y estar. Los verbos básicos. Incertidumbre dura. Flotas sobre un espacio extraño que no se corresponde. Tu cabeza da vueltas echándote de menos. No hay más.

Aparece el reproche permanente y constante. La falta de interés, la falta de respeto. Miras como una imbécil el despliegue de labios y piensas en doblar cada conversación. La intensidad te observa y agudizas al límite esa capacidad. Sabes cuándo te mienten aunque no les entiendas. Sientes llegar el paso de la bondad precisa. La sombra de lo malo. A veces hasta piensas que no lo soportas más. Avanzas hacia atrás tu paso agigantado.

Un monumento enorme te quiere saludar. Las calles repetidas constituyen un barrio. Estás fuera de ti. Triste, casi humillada. Un puente cuyas aguas te invitan a saltar. Anónima. Con esa sorprendente y gran dificultad.


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