Los sujetos y sujetas deliran en pos de nombres que alguna vez soñaron tener para clavar puñales por la espalda en pública subasta. La envidia es su mayor afecto y por ella matan. Inventan mil historias y tejen sin arañas con agua oxigenada a modo de spray ecológico mientras en la pared del alma un lama del gran buda repite alguna frase -casi siempre- lapidaria. Van de buenos y buenas dando sustos al miedo. La maldad es su sangre. No están catalogados (todavía). Su delirio no es crónico, simple.Mente es cabrón. Vampiros de pantalla, herejes y ludópatas, obsesivos e infieles. Desconocen la duda razonable por falta de razón. Se contemplan, se estudian y se inventan partiendo de algún cuento, chisme u obsesión. Su seso se transforma, su esperpento camina en busca de una imagen que es la foto de archivo, y el estado civil, y el sexo imaginado, y la turba de amigos, inocentes, que caen, agregados al potro de la peor locura.