Ayer no solamente se modificó la ley de protección de animales de Catalunya de forma tal que las corridas de toros quedan prohibidas en dicha tierra. También hubo consecuencias.
Siempre que se aprueba o tumba una normativa o ley según la cual alguien sale fastidiado, es de esperar una reacción. Sucedió cuando el Tribunal Constitucional, compuesto por menos jueces de los que la constitución establece para un tribunal constitucional, algunos de ellos (tres exactamente) con más años en el cargo de los que establece la constitución, sentenció que algunos artículos del Estatut de Catalunya (con clones paradójicamente constitucionales en otros estatutos como el de Andalucía) eran anticonstitucionales.
Opinión |
29 de julio de 2010Pere Borrà s
En tanto en cuanto el
Tribunal Constitucional no es elegido democráticamente, a diferencia de los partidos que decidieron aprobar el
Estatut, un montón de personas, obviamente afectadas por tal sentencia, salieron a la calle pues consideraban que dicha sentencia era una injusticia y un ataque a su cultura, a su misma esencia, cometida por una autoridad sin legitimidad natural. Enarbolaron banderas, se manifestaron, pegaron unos cuantos gritos y se volvieron a casa. Ninguna sede del
PP (partido que llevó el
Estatut al
Constitucional) se vió afectada. Los afectados eran millones de personas.
Paralelamente, ayer el
Parlament de Catalunya, elegido democráticamente, a diferencia del
Tribunal Constitucional de cuya morfología constitucional se podría discutir durante un rato, un grupo de personas encabezadas por el torero
Enrique Guillén, obviamente afectadas por tal iniciativa legislativa popular, se fueron a una sede de
ERC pues consideraban que dicha resolución era una injusticia y un ataque a su cultura, a su misma esencia, cometida en un parlamento sin comprensión por el arte del toreo. Destrozaron mobiliario, mandaron a un joven al
Hospital Clínic y se volvieron a su casa. La sede de
ERC (partido que votó a favor de dicha ley) quedó destrozada. Los afectados eran unos cuantos.
Ésta misma publicación perdió a una querida colaboradora que en base a su gusto por los toros, que incluso promocionó en esta misma publicación (
http://tenemoslapalabra.com/cultura/289-ecuzar-taurozar-2009), consideró inadecuado el artículo del que suscribe que ayer celebraba la aprobación de una ley presentada por los mismos ciudadanos (
http://tenemoslapalabra.com/actualidad/892-prohibir-los-toros-es-prohibir-la-tortura-y-la-muerte-como-espectaculo), acusándonos de ghetto antitaurino y de homosexuales, lo cual lamentamos profundamente pues presumimos de aceptar todo tipo de comentarios y críticas, así como la cabida de cualquier artículo u opinión. De todas formas, si alguien tiene algún problema con los antitaurinos y los homosexuales, evidentemente, no está obligado a formar parte de nuestros colaboradores si no lo desea, aunque nos apene. Faltaría más.
Con este texto solo he intentado arrojar algo de luz sobre la verdadera tolerancia/intolerancia de distintas posturas, comparando dos hechos con un cierto grado de antagonismo ocurridos en un breve espacio de tiempo y la reacción de los afectados.
La opción de dejar comentarios, como siempre, está abierta a cualquiera que tenga algo que decir al respecto.