Herederos del flujo

No se me antojan demasiadas palabras que, como sucede con "flujo", inunden al lector en una polisemia casi indescibrable. El contexto, ante palabras tan trascendentes, lo es todo.

Creo que la mejor forma de enfocar el asunto es dirigiendo nuestra atención a su origen.

Opinión | 02 de julio de 2010
Pere Borràs


Dijo Heráclito que todo fluye. El fluir de las cosas es algo tan intrínseco en la percepción de un universo que, como nos sucede, se nos presenta tan supeditado a una sucesión de acontecimientos percibida como tiempo, que su empleo es aplicable a tantas cosas que abruma.

Desde el uso correcto de la palabra hasta simpáticos y rocambolescos gazapos históricos como el famoso "condensador de fluzo", tan aplaudido entre freaks del cine de ficción amantes de cachondeos como Regreso al futuro la palabra da mucho de sí y se expone a un nada arbitrario análisis a manos de sujetos inclinados a realizar tesis humorísticas sobre el tema que atraviese sus enfermas configuraciones neuronales, como temo que es mi caso.

Desde mi óptica de programador, siempre he visto el flujo como el heraclitano concepto del devenir de las cosas. Hace años nos enseñaron a definir el ritmo funcional de los programas mediante el uso de los "diagramas de flujo", los cuales no son otra cosa que esquemas cuyo fin, haciendo uso de flechas y ciertas formas, establecen cuál será el camino que debe seguir la información a través de las tripas del programa.

La extrema abstracción de los datos ha modificado sensiblemente la forma de gestionar el "flujo" de los programas y nuevos paradigmas de programación se han abierto paso en base a objetos por cuya funcionalidad los clásicos diagramas de flujo no son funcionalmente aplicables. El flujo, en dicho contexto, sin dejar de existir, ha alcanzado una nueva dimensión, en su sentido más estricto, pues podría decirse que el número de dimensiones para dibujar un diagrama de flujo se ha fractalizado, sean o no conscientes de ello gran parte de los programadores que actualmente llenan de ¿cosas? nuestros ordenadores y, lo que es peor, las redes de información que configuran lo que el común de los mortales conoce como Internet, que bien podría ser el colmo del flujo (de datos, de bits), dicho sea de paso.

Para los agentes económicos, un flujo de fondos hace referencia, y todo sigue fluyendo, a los movimientos financieros sucedidos entre ellos.

Fluyen los medios de transporte por las calles y su flujo determina el tráfico. Fluye el agua por los ríos (ese sí es un mayúsculo ejemplo heraclitano, que de hecho usó para ilustrar el fluir de las cosas). Fluyen los acontecimientos a lo largo del tiempo de nuestras vidas, siendo su flujo nuestra existencia...

Para un ginecólogo, el flujo es otra cosa, pero también, como ya aventuró Heráclito, fluye ;)

Flujo de personas, flujo de datos, flujo de acontecimientos, diagramas de flujo, flujo vaginal...

Todo es una ilusión, una broma de nuestros imperfectos cerebros para hacernos creer que la realidad fluye. No es que es que me defina como radicalmente causalístico a lo Einstein, pero lo que rompe su principio de causalidad tampoco es un fluir. La mecánica cuántica, verdadero quebradero de cabeza para causalísticos, tampoco se define por el fluir, sino por aún inexplicados (aunque matemáticamente descriptibles) fenómenos aparentemente aleatorios.

El flujo solo funciona a cierta escala, una escala delimitada por las fronteras de nuestra comprensión pero que no va más allá y no puede definir la realidad de la naturaleza, aunque nos lo parezca.

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