Siempre le llamé "Don Laude" y hoy he sabido el porqué. Tenía un nombre largo : Laudelino. Ha sido un hombre de sobresaliente Cum Laude que consiguió el tesoro más grande que acompaña al ser humano : Ser una buena persona. Un ser querido por los suyos y por los que nos hizo de él desde la barra de un bar. Durante años estuve comiendo allí. Apresurando un café a deshoras y la última Coca~Cola antes de volver a casa. Reía, quería, estaba.
Opinión |
24 de junio de 2010Consuelo G. del Cid Guerra
Trabajó sin descanso de sol a sol junto a su inseparable esposa, una mujer angelical cuyo acertadísimo nombre la delata: Angelines. Era mucho más que un bar. Se hizo lugar de encuentro y en ocasiones íntimo. Más de una vez lo abrió sólo para nosotras. Esta mañana, en el tanatorio no cabía un alfiler. Estaba tan lleno como ha sido su vida: Llena, aforo completo, over booking. Todos. Todos los que durante tanto tiempo compartimos mesa. Empresarios, obreros, algún que otro famoso, secretarias...La tertulia era eterna mientras se nos servía el plato del día. Hablamos, jaleamos, discutimos, gritamos...nos encendíamos juntos en torno a cualquier tema actual. Las opiniones resultaban de lo más variopinto y siempre valiosas. Y allí estaba Don Laude. Dueño y señor del lugar que nos reunía. Muchos de nosotros no nos veíamos desde hacía años. Era prácticamente imposible no emocionarse. Sobresaliente, Don Laude. Tu paso por la vida se ha llenado de amigos. Magnífico. El bar se ha traspasado y probablemente sus nuevos dueños van a tener mucha suerte: El duende de Don Laude permanecerá siempre allí como si de una zona vip se tratara. Nosotros lo sabemos. Gracias, maestro. Hasta el final se te ha cubierto de gloria: En tu cuello una bufanda del Betis, cuyo himno ha sido interpretado al violoncelo. Inmenso. Eres la verdadera razón para el recuerdo. Conseguiste el calor del amor en un bar. Gracias por todo.