Hará unos ocho años, creo, no muchos más. Me gustaba mucho la serie de la abogada loca, Ally Mc Beal. No recuerdo con precisión cómo estaba yo entonces, excepto por aquel el gran error que cometí tiñéndome de rubio. Lo hice en un arrebato convulsivo con la intención de dulcificar mis facciones, que no resultaron del todo empalagosas pero sí me cambiaron la cara de un modo considerable. Fué una equivocación de cuatro años en la que invertí mucha pasta en todo tipo de productos para el cabello que antes no necesitaba. Dicho esto, voy al grano. En uno de los intermedios de la serie, apareció un anuncio de esos esperpénticos en el que una vidente vestida de papisa cutre, incitaba a uno de esos famosos números 806 que cuestan una pasta. De pronto, se me incendió el cerebro y me dije : " No existe un 806 jurídico, con abogados al teléfono". Pasé la noche en vela redactando un proyecto y al día siguiente llamé a mi abogado.
Opinión |
01 de abril de 2010Consuelo G. del Cid Guerra
-Pepe, tengo algo que te puede interesar. Necesito inversores.
Por la tarde se lo entregué, y al cabo de dos horas se puso en contacto conmigo.
-Oye, has dado en el clavo. No existe (entonces todavía no) algo semejante en el mercado, la idea es muy buena, tengo al inversor. Es una de las personas más ricas del país.
-¿Muy rico? ¿Está bueno?
-No empieces. Digo rico, rico de verdad.
-Pepe, que estamos hablando de doscientos millones (de las antiguas pesetas), el negocio se basa en una gran inversión publicitaria que provoca las llamadas...
-Te espero mañana, a las 8, 30, en el bar Jockey de Enrique Granados.
-¡Caray! -exlamé- por qué tan temprano?
-No hagas preguntas. Dirígete al comedor del fondo, que normalmente está cerrado a esas horas, pero lo abrirán sólo para nosotros.
-¿Para nosotros? ¿Desde cuándo necesitamos comedores privados a las 8, 30 de la mañana?
-Estará el inversor. Y haz el favor de ser discreta. No tienes la más mínima idea de a quién te voy a presentar.
-Pepe, a estas alturas de mi vida empresarial, pocas cosas pueden ya impresionarme..
-Ya lo veremos, guapa. Ya lo veremos ...
Confieso que sentí cierta curiosidad, pero no demasiada. Dormí como un tronco, es decir, no me quitó el sueño.
Acostumbro a ser puntual. Llegué hasta el Jockey, que estaba con las luces apagadas, excepto las del comedor del fondo. Me dirigí hasta allí, donde estaba mi abogado junto a Javier de la Rosa. Me reí.
Era un hombre debilitado, pero con los ojos azules más bonitos que había visto en mucho tiempo. Le temblaba el pulso, estaba desayunando un bocadillo de jamón y ya iba por la segunda cerveza. Fué amable, educado y correcto. Estaba realmente interesado en el proyecto.No manifesté señal alguna de sorpresa, admiración o impresión mínima ante su persona. Creo que por entonces se encontraba en libertad condicional o tercer grado, no lo sé. Quedamos para una segunda reunión en mi despacho de Diagonal, donde al parecer, asistiría su hijo Javier Jr, que trabajaba en la banca Morgan de Londres y una tercera persona cuya identidad no se desveló hasta el final.
Llamé a Pepe. "Todo esto no me gusta. Me tiene sin cuidado la pasta que pueda tener. Tenías que haberme avisado, Pepe, porque probablemente no habría acudido a esa reunión".
-Todo buen empresario tiene que tener penales.
-Eso lo dices porque tú vives de ellos y les defiendes, además eres uno de sus abogados, no?
-Sí, lo soy.Pero no te engañes, él ya no está para tonterías, bastante tiene con lo que tiene.Y el proyecto le interesa. El tercer socio sería uno de los hijos del "honorable".
-Paso.Acudiré a esa segunda reunión por tí, puesto que entiendo tu situación. Pero paso.
-Consuelo, es mi amigo. Ha cometido muchos errores, pero es mi amigo.
Reconozco que estuve borde, muy borde. A la reunión acudió sólo su hijo, pero Javier de la Rosa, no. Pocos meses más tarde, ingresaba de nuevo en prisión.
Pepe murió tras una terrible agonía. Javier de la Rosa no estaba en su funeral. Probablemente nunca fue su amigo.