El divorcio de la infanta siembra polémica y recoge tempestades con sus "efectos especiales". Una separación real tras la que fué en su día boda del año, nuestra primera boda real en mucho tiempo. Se querían, y parecían hechos el uno para el otro hasta que un día, puede que a punto de desencontrarse el uno contra el otro, deciden, como tantos, partir peras.
Opinión |
13 de diciembre de 2009Consuelo G. del Cid Guerra
De Marichalar y sus ausencias con abusos nasales se ha escrito mucho. Le gusta la fiesta, mas allá del rollito rociero. Parece un conde drácula -aunque haya sido Duque de Lugo- cuando se pone esas esperpénticas capas que le quedan como a un santo dos pistolas. Ahora le quitan el titulo, los "consejos delegados" y demás oficios de rancio abolengo. Pasará de "excelentísimo" a "ilustrísimo", que no es moco de pavo.
Desaparecerá, también, de la página web:
www.casareal.es. Llevan ya dos años físicamente separados.
El hombre, pobrecillo, se levantaba un millón de euros al año entre unas cosas y otras. Lo suficiente para mantener a su familia, conservar los vicios que crea menester, y seguir comprando capas de esas que dan un susto al miedo. En el paro no se va a quedar, y literalmente parado, tampoco. Le gusta viajar, y le gusta tanto que reservaba billetes para distintos vuelos a los que no se presentaba, y es que hay que saber diferenciar entre hacer acto de presencia y presentarse, que no es lo mismo. Presente, lo que se dice presente, está.
Todavía es el marido legal vigente de la infanta, y lo será hasta que la sentencia se incriba en el registro específico donde constan los actos civiles de la famila real.
A las penas puñaladas. La infanta tiene todo el derecho del mundo a divorciarse, aunque nunca parecerá la protagonista de una cancion de Martirio, que para eso es la hija del Rey. La chica ha sabido estar, no se conocen escándalos ni momentos de descuído, como a otras. Sarah Ferguson, sin ir mas lejos, hacia top less y la pillaron. Nobleza obliga.Sobre todo con el dineral que cobran por estar. Tras la pecosilla pelirroja se escuchaba una música de fondo, la de "la casa de la pradera". Elena es otra cosa. Discreta, como su hermana, obediente y casi sencilla. Muy delgada últimamente, eso sí. Las penas con pan son menos, como lo han sido para las dos princesas marchosas de Mónaco. Esas se lo han montado de lujo. Han vivido como pijas rompedoras y a la hora de la verdad, ahi están, a su bola, en el baile de la rosa. Guardaespaldas, actores, domadores de circo, vividores y nobles etilicos. Un poquito de todo en ese principado cuentista en el que si Grace levantara la cabeza seguro que volvía al cine para dar otra cosa que hablar.
Pero en España no se concebia un divorcio real. Mira por dónde, aquí lo tenemos. Bueno, y qué. Nuestro futuro rey se casó con una plebeya divorciada y casi, casi no pasó nada. Letizia, la cuñada por excelencia que ha traído una bocanada de aire fresco a la corona, sabrá como consolar a Elena. Aquí paz y después gloria.
Lo que no deja de sorprenderme es el comunicado que los abogados han hecho público el pasado miércoles, en cuyo primer párrafo se lee textualmente: "Tenemos el honor de comunicar...". Hombre, no. Por muy reales que sean, así no se hace. Divorciarse no es un honor, vamos, digo yo. No se comunica como si fuera un natalicio o una nueva boda. ¿Pero será posible?...en casa del herrero, cuchillo de palo.
Vamos a ver, letrados, protocolo, modos, formas..."lamentamos comunicar" sería lo correcto, por lo menos para nosotros, el pueblo, que entendemos desde siempre que un divorcio entraña pena, fracaso y frustración.