Tiene sed, se duele mansamente,
porque teme gritar
y su piel agrietada implora al sol
que no la bese tanto,
pero él, amante de romances,
la envuelve en sus embrujos placenteros
y le aborta retoños incipientes.
Opinión |
20 de noviembre de 2009Gloria Mateo
En las noches
canta nanas y llora
y el cierzo lleva briznas de llanto
al lado de los ríos,
donde los huertos paren
por armónica simbiosis de amor.
Celosa, pide al agua que cale sus entrañas
y no tiene respuesta.
¡Ay, tierra de Monegros!
Y, sin embargo, cuántas vidas encierras
y cuántas esperanzas.