No necesito mucho. Ya lo ves, tu ternura,
que el roce de tus dedos me produzca pasión
y un jazmín en el aire que impregne mi memoria
con su aroma, y me cubra de armonía interior.
No necesito mucho. Tal vez, cada mañana,
néctar de tamarindo en un vaso de flor
que me traigan tus manos ofreciéndome vida
y yo beba en un sueño, sueño reparador.
No necesito mucho,
sólo te espero, amor.