No te encuentran. Te buscaron también en una zanja abierta la noche del 24 de Enero, la noche en la que desapareciste, en el arroyo de Cayo Ronco, en Camas (Sevilla). Ronco ha sido el sonido del silencio que has dejado, únicamente roto por los desgarros de muchos llantos. Sólo los malvados saben qué hicieron contigo y dónde dejaron tu cuerpo maltrecho y vejado. Lo saben y lo callan. Tienen abierta una zanja que no tiene fin en su maldad. Juegan a ser importantes, a ser más inteligentes que nadie. No voy a nombrarlos porque ni siquiera merecen tener un nombre. Uno de ellos se ha declarado el autor. De momento, mientras no haya un juicio, serán todos presuntos. Como presunta es también su condición de seres humanos. Por lo menos desde mi perspectiva.
Ven salir el sol, aunque sea desde una celda. Tú, ya no, al menos físicamente. No hay misericordia por su parte ni siquiera para tus padres y familiares, que viven en una continua zozobra. Comerán y dormirán sí, privados de libertad, pero con la que nadie les quita: la del arte de la manipulación. Juegan a un juego macabro. Macabros son sus pensamientos.
Estamos en un estado en el que se prohíbe la tortura. Por lo tanto, en sus interrogatorios no serán sometidos a ninguna, salvo a la que, si es que la sienten, pueda conllevar la batería de preguntas hechas desde la cordura y conteniendo, me supongo, la rabia por parte de los que las hacen, porque simplemente les están tomando el pelo. Están engañando a todos, comenzando por tus padres. La propia sociedad está indignada. Ellos, los interrogados, sonríen con miradas desafiantes cuando los enfocan las cámaras. Cambian las declaraciones, se cachondean, entran, salen y vuelven a ir a declarar.
Hasta las 5 de la tarde verán la televisión en sus celdas. Es muy probable. Y también a partir de las 8 de la noche. Amén de la que contemplen dentro del módulo el resto del día. Quizá son tan miserables que han querido saltar a la fama de una manera deleznable. Estarán mofándose de lo poderosos que son. Se regodean. Por lo tanto, no hay que seguir dándoles planos. Los planos los tienen que dar ellos, pero los geográficos para localizarte. Que no desdibujen ni una línea. Que de una vez se les coja en al menos una verdad.
Algunos reclusos, los más prisionizados, los considerarán hábiles héroes y puede que les tengan incluso envidia. No lo sé. Pero también dentro de prisión sé que hay humanidad y quisiera creer que muchos los rechazarán de lleno.
No les permitas que los rostros de tus padres sigan con tanto dolor. Las alimañas no pueden quedar impunes de la tortura que infringen. Ya se han llevado a su presa, pero todavía queda la atmósfera envolvente en la que tú pululas por el aire. Hazles coger una pulmonía. Que les den broncodilatadores para que expulsen por sus hocicos tu ubicación. Ni siquiera así quedarán limpios. Pero los esputos darán algo de luz.
¡Adelante, Marta! Estés donde estés, sigues y, por lo tanto, todavía puedes dejarlos como lo que son: unos cobardes. No pierdas la guerra. Que tu energía pueda con ellos y les caiga la máxima pena.
¡Ojalá, ojalá!