El Diamante

Lo dije antes de irme; puesto que la totalidad del mundo está empeñado en sacar la basura que anida en los vertederos, yo sacaré los diamantes que a veces andan asfixiados entre tanto detrito, por eso siempre se titulará esta sección; el diamante. Pequeñas cosas; humildes personas; magníficos hechos que nos ponen en contacto con lo mejor de nosotros mismos y nos hacen ser más grandes y crear a lo grande.

Opinión | 25 de agosto de 2009
Clara Cuadrado

No me gusta que como, pequeño talento (en el sentido de cierta habilidad), ande siempre rondando en mí , la escritura. Escribir es una de las mayores responsabilidades que le pueden caer al ser humano. La escritura proyecta sobre los ojos de los demás, mundos que pueden crearse o hundirse. Siempre he querido huir de este perseguidor y como no puedo hacerlo, ni lo acepto?dejo mis notas olvidadas por doquier, en cualquier rincón del mundo e internet. En el fondo siempre me he negado a escribir un libro. La exigencia de la que soy víctima, me haría mirar y remirar hasta la extenuación, cada palabra y cada coma que fueran a ser impresas?y nunca sería escrito porque a medida que pasaran las horas y los días- regla de la evolución-nada valdría y todo sería susceptible de cambio. Me espanta lo estático de la letra impresa que en realidad solo es válido en el momento en el que fue escrito, porque para mí y mi pequeño mundo, coherencia y evolución no van parejas. Prefiero la evolución.

Aclarado esto, elijo sacar diamantes para que el alma de lector, tome un minuto de sosiego y comparta conmigo la calma de los mares Universales, para nadar siendo unos con el agua y mezclados hasta en el azul o los tonos esmeraldas de otras latitudes más lejanas a la Tierra que pisamos.

Dada la presentación tenemos poco tiempo para el diamante, pero traigo uno desde el silencio, porque me enamoran los hechos sin palabras. El mundo está hecho de piedras preciosas.

El tercer atardecer de unas vacaciones entre agua y naturaleza.

Descubrí el primer día, un café con leche cremosa, a la orilla de un lago. Una silla especial en un lugar especial- me guio por las vibraciones. No me siento en cualquier sitio. Necesito sentir que el lugar donde estoy me acoge y no altero su espacio. Cuando lo encuentro, nadie hará que me siente en otro lugar y si lo tengo que hacer, por educación, pararé poco-.

Ese tercer atardecer, era una hora más tarde que los días anteriores, pero me encaminé a la pequeña cafetería que envolvía el paisaje con la voz de Aznavour o Sinatra.Pensé que estaría lleno. A pesar de ello continué. Las notas de un tema de Sinatra me inundó de nostalgia a medida que me acercaba. Allí, donde todos los sillones estaban cumpliendo su función, uno de ellos permanecía apoyado sobre una mesa de cuatro, en señal de ocupado . Era mi lugar. Miré y me mostraron la aprobación para que me sentara y?un café con leche cremosa y humeante apareció minutos más tarde. La magnificencia de los hechos sin palabras; sin compromisos; con libertad. La comunicación de una sonrisa y un apoyo leve y quedo, como el silencio del lago.

Un humilde ser humano. El gesto de un sencillo camarero, lleno mi alma de grandeza con la extensión de su propia luz.

La vida está plagada de hechos como este, pero tanto atropello ponemos en el vivir, que casi siempre pasan desapercibidos., con ello perdemos el verdadero secreto de la felicidad.


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