Estas palabras no son mías. Forman parte de una reflexión ?compartida y dolorosa- que de nuevo aparece. Casi sin descanso. Una y otra vez. En boca de otros que apuestan por la entrega a los demás, la autentica solidaridad.
No es curioso. Resulta tan real como absurdo, a la par que patético. Es posible que sepamos quienes somos, pero no donde estamos : Fuera de lugar.
Recuerdo una frase de ?La Raulito?, interpretada magistralmente por Marilina Ross en la película de Lautaro Murua : ?Es que no hay lugar para mi, no hay lugar?¿ Por que no me dejan en paz? ¿Es tan difícil eso??.
Me acuerdo, también, de Joe Rigoli y su celebre: ?Yo sigo?. Hoy malvive en la Casa del Teatro, arruinado y abandonado. El bueno de Rigoli nació en un convento de Palermo y empezó a trabajar a los catorce años en un circo como acomodador. Su frase estuvo en boca de todo el país: ?Yo sigo?.
Los que no somos nadie resultamos más fáciles. Mucho más. Si tenemos la palabra, en ella nos ahorcaran. Y con ella seremos juzgados antes de que cante el gallo. Pero yo, sigo.
Sigo envuelta en posibles revueltas permanentes.
Sigo en nombre propio y ajeno la sensibilidad cotidiana.
Sigo escribiendo sin pausa aunque se me levanten traicioneras taquicardias.
Sigo delgada, casi sin peso : Tal vez sea un síntoma
Sigo en los ojos del otro donde su corazón me lleve..
Sigo recordando aquella frase que hoy repito con enfermiza insistencia: ?YO, SIGO?.