A nadie se le ocurrirá denunciar al ayuntamiento de Pamplona por imprudencia temeraria. Claro que no. Animan, no obstante, a todo el que sea lo suficientemente tonto, a que se ponga delante de un animal peligroso y lo putee lo suficiente como para ganarse una cornada, posiblemente mortal. Mortal como lo ha sido ya en unos 15 casos desde que existe la fiesta.
Opinión |
14 de julio de 2009Pere Borrà s
Pero es la tradición. ¿Qué importa que cada año los servicios sanitarios tengan que hacer un despliegue especial para hacerse cargo de heridos y muertos? ¡Es la tradición!
Y como mola un montón, pues ahí sigue la fiesta.
¿Qué impele a alguien a jugarse el físico ante un pobre animal que no tiene la culpa de nada torturándolo innecesariamente? ¿La tradición? ¿Eso les gusta?
Es lamentable que desde un organismo oficial como es un ayuntamiento se anime a las personas a ser salvajes con los animales y a exponerse a la muerte solamente por diversión. Lamentable.
¿Pero en qué están pensando los mozos cuando hacen tan flagrantemente el tonto?
Cuqui, mira como corro delante del toro.
Cuqui, mira como le tiro de la cola.
Cuqui, mira como me cornea.
Cuqui, mira como me muero.
Adiós, mamá. Me voy del mundo porque un toro me ha reventado el pecho de una cornada. Y no por accidente, es que me dediqué a joderlo hasta que me dió mi merecido.Luego, claro, llegan los llantos.
Lamento, como cualquier hijo de vecino, la muerte del pobre desgraciado que éste año ha dejado la vida en los Sanfermines en aras de un supuesto entretenimiento, así como las heridas de los demás. Pero fueron voluntariamente. También lamento la tortura y muerte gratuitas de los toros en la fiesta. Y lamento más la segunda porque estos animales, a diferencia de los locos que se exponen temerariamente a ser corneados, no van por propia iniciativa, sino obligados.
Los Sanfermines, además de evidenciar que somos (bueno, me excluyo:
SON) unos salvajes incorregibles, convierten en una fiesta el dolor y la muerte. Me asusta, me horroriza, me espanta profundamente pertenecer a la misma especie que los pobres psicópatas que ven diversión en ello. No los llamo psicópatas por exageración, ni mucho menos. Está claro que no empatizan en absoluto con el sufrimiento de los demás (en este caso los toros) y los tratan como objetos.
¿Y sirve para algo? Pues sí. Para lo de siempre. Para que algunos ganen dinero con ello. Así pues, tenemos un festival macabro asentado en los pilares de la diversión (inducida) y el beneficio económico ejecutado por una espantosamente abultada horda de psicópatas insensatos.
Me consuela pensar que el pertenecer a la misma especie que esos salvajes no me acerca tanto a ellos como lo que me separa su más que visible desequilibrio.
Pobres idiotas.
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