Mi paseo

Mi paseo

Desde hace algún tiempo me escapo todos los días a las regiones de arriba y me doy un buen paseo.

Es un paseo muy hermoso. Llego allá arriba y veo grandes tesoros, dispersos, por todas partes, que en mi imaginación intento traer luego aquí abajo para dejarlos en algún camino o en alguna esquina. Hay colores y luz por todas partes y el aire se respira muy limpio, con un perfume indefinible que recuerda a la fruta más deliciosa.

Opinión | 08 de julio de 2009
Joaquin Tamames


Los tesoros que me encuentro en mi paseo no son muy distintos a los que vemos aquí en un día de cielo azul y en los campos frescos y limpios. Están llenos de sonidos, que también se parecen mucho a los de aquí: voces preciosas de niños, gorjeos de los pájaros (no paran, qué seres extraordinarios), cantos melodiosos, a veces en forma de coro, otras veces en solitario. Hay agua que circula por doquier, y todo está muy verde, aunque también se ven hermosos desiertos en los que se aprecia el silencio y en los que las estrellas brillan más. El contraste entre el verde y el ocre, el amarillo, el marrón, los rojos, el azul del cielo, me llena los sentidos. Las hojas de los árboles brillan muchísimo, como las de los chopos al viento en verano, y escuchar su sonido es como captar el fluir de un arroyo muy juguetón.

En el alba me doy mi pequeño paseo matutino por estas regiones. Intento hacerlo todos los días, y cada vez me gusta más subir estos peldaños que me llevan a esa comarca. Al principio me costaba subirlos y resoplaba mucho, pero ahora los subo con mucha facilidad y enseguida estoy arriba: a veces tengo la sensación de que me suben en volandas. Ya no me resbalo ni sufro vértigo y en los peldaños hay lucecitas que me guían y a veces me guiñan. Una de ellas me guiña todos los días dos veces y (no os lo creeréis, pero es así) me sonríe; yo le guardo un cariño especial. La verdad es que hay días en que estas regiones son un poco irreales, como en los dibujos de Alicia en el País de las Maravillas, o como la Comarca del Señor de los Anillos, pero con la práctica empieza a ser mi segunda casa. A veces me encuentro tan bien que creo que es mi primera casa.

En estos paseos matutinos me encuentro con muchas personas. Algunas de ellas ya no están aquí abajo, pero aparecen siempre en mis paseos. Hace un año, en ese paseo, apareció Lourdes muy guapa, cantando a mi lado. Estaba muy joven y radiante y cantaba como los ángeles. Mandé un SMS a Mario para comunicarle la alegría, mientras Lourdes seguía cantado. Iba acompañada de mi perro Gáspar, y pensé ?qué bien que se hayan hecho amigos, da gusto verles juntos?. Hace unos días me encontré con mi padre, y después de mirarnos a los ojos y sonreirnos un buen rato, caminamos un rato abrazados, en silencio, por un jardín que bajaba hacia un lago. Me gustó el contacto físico, pero sentí más profundo el contacto del alma. También me he encontrado hace unas semanas con David, el niñito de Lugo, que estaba feliz jugando con un gato en un patio lleno de flores en el que había otros niños. Le he hecho cosquillas y se ha retorcido todo contento y feliz: me ha enseñado unos dibujos preciosos y le he dicho: ?ahora mismo se los bajo a tu mamá?. He quedado en que uno de estos días le subiré unas canicas para que juegue con sus amigos. Y lo he tenido un rato en brazos, disfrutando de su pelo dorado y de la suavidad de su piel.

Hay mucha gente conocida y querida en esas regiones. Lo más bonito de todo es que todos sonríen y están felices, aunque a algunos de ellos yo les recuerdo tristones y apagados cuando estaban aquí en la tierra. Incluso los que allá abajo eran agrios y desapacibles, aquí se han transformado: se les ve dulces y amorosos. ?Qué curioso?, me digo una y otra vez. Es como si se hubieran transformado y también rejuvenecido. A uno que era muy antipático allá abajo le he dicho: ?mira que eras feo y desagradable allá abajo y ahora se te ve bien guapo?. No se ha molestado en absoluto, como pensando ?qué razón llevas?. Muchas veces pienso: ?esto es Shangri-La?, debe ser un sueño. Pero me pellizco y me pellizco y veo que no es un sueño, pues vuelvo allá arriba, cada alba.

En el paseo de esta mañana me he encontrado con Vicente Ferrer. Siempre me gustó su discreción y su aspecto enjuto, de asceta. Cuando leí su libro hace años pensé: ?este tio trabaja y trabaja sin parar y ayuda a todo el mundo: solo de ver lo que hace me da confianza en el futuro de la Humanidad?. Nos hemos encontrado en un camino muy bonito, y hemos estado juntos un buen rato. Hemos hablado de muchas cosas.

Le he enseñado la tarjeta que se repartió en su funeral en Barcelona el miércoles 1 de julio y que hoy me ha regalado Consuelo, en la que aparecía esta frase suya: ?Estamos aquí para poner remedio al sufrimiento y a las injusticias. Este es el sentido de nuestras vidas, la respuesta a qué somos, por qué y para qué estamos aquí?. Hemos hablado un buen rato de las injusticias, de la rueda de la vida, del karma, de las santas moradas o estados sublimes, y de sus opuestos, la codicia, el odio, la avaricia, la avidez.

Vicente me ha confesado que él ha sido muy afortunado echando una mano allá abajo y que está deseando volver de nuevo a echar más manos. Me ha dicho también que aunque desde abajo todo parezca un caos, hay un orden detrás de todo ello, un plan, y que el plan de la Humanidad es ?volver a casa?. Me ha dicho que no pierda mucho tiempo en teorías y en historias y que lo que haga, lo haga de corazón, con el corazón limpio. Para darme un poco de importancia le he dicho a Vicente que en el blog de Mario Conde hablamos mucho de la importancia de limpiar el corazón, y entonces Vicente me ha mirado a los ojos y me ha dicho: ?ese es el camino?. Luego se ha despedido y me ha dicho que me llamará para seguir charlando en otro momento.

Este paseo a las regiones de arriba me relaja, me calma, me pacifica; pero también me vivifica, me da energía, me regala una fuerza que me llena. Procuro subir todos los días. Hay días en que no llego y luego noto que me falta algo, me tropiezo más con los muebles, con las cosas, con las personas, conmigo mismo, con mi mente pelma y limitada. Pero si subo, siempre pasa lo mismo: después de dar el paseo me noto ligero, liviano, con la mente limpia. Y veo los árboles y los rostros de la tierra y pienso que muchos de ellos se parecen a los de esas regiones que visito por la mañana, en el alba, con el cuerpo y la mente descansados.

Esta madrugada, bajando los peldaños, me vino el nombre de aquella bonita película alemana: ?Tan lejos, tan cerca?. Y es que esas regiones, esa Comarca, está muy cerca, por eso el ?tan cerca?. Dentro de unos días tengo previsto subir en grupo, con mis hijos, con algunos amigos; Lourdes y Vicente me han dicho que les anime a que también ellos suban todos los días y que no me preocupe, que si es menester pondrán más luces en la escalera para que nadie se pierda, y para que todos nos encontremos allí.

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