Vicente Ferrer Moncho

Vicente Ferrer Moncho

Cuando llegué a Santa Maria del Mar, me negaron la entrada por la puerta principal. La seguridad privada (imagino que de la casa real o el gobierno) actuó muy correctamente. Todos llevaban corbata negra. Ellos me indicaron que debía entrar por la trasera. En la calle se instaló una pantalla gigante donde la gente pudo seguir la ceremonia.

Opinión | 03 de julio de 2009
Consuelo G. del Cid Guerra

No soy hábil calculando afluencias de público ni aforos. La prensa ha publicado hoy que en la iglesia se encontraban 2.500 personas. No han exagerado. Estaba abarrotada y era casi imposible moverse. Jóvenes, ancianos, niños?

La organización del acto estuvo en manos de los cooperantes de la Fundación Vicente Ferrer, que con una paciencia y cariño extraordinarios, se ocuparon de que los asistentes de edad avanzada pudieran ocupar los pocos asientos libres que quedaban. Pude colocarme junto a la prensa. Llevaba una cámara digital sencilla, dije que no soy periodista ni tengo carnet de prensa, que simplemente dirijo un periódico digital llamado ?Nos queda la palabra?. Sin hacer una sola pregunta, me dijeron: ?Adelante, pasa?.

Conseguí un lugar privilegiado desde donde podía divisar el altar, así como las primeras filas de bancos donde se encontraban tanto los familiares como las personalidades.

Judith Mascó, Nuria Feliu, Joan Laporta, José Montilla, Mª Teresa Fernández de la Vega, Jordi Pujol, Marta Ferrusola, Jordi Hereu, Josep Lluís Carod Rovira, Joan Rangel, Rafael Blasco y varios dirigentes de partidos políticos catalanes que no supe o no pude identificar. Los Duques de Palma , Ignacio Undargarín y la infanta Cristina, estaban sentados junto a la viuda de Vicente Ferrer.

Yo no dejaba de mirar hacia atrás contemplando los miles de asistentes: Seres humanos anónimos, como yo, gente de a pie, que estaban allí para rendir homenaje a un hombre único que consiguió hacer posible lo imposible y entregó su vida a los más desfavorecidos.

Las primeras palabras del sacerdote que ofició la ceremonia no me gustaron nada. Dijo algo así como que ?cuando se solicitó realizar el funeral en Santa Maria del Mar, les abrieron las puertas de par en par?. ¿Es que cabía, acaso, la posibilidad de cerrarlas? ¿Es que les han hecho un favor?. Sentí que el sacerdote, ?jugando en casa?, se encontraba en realidad fuera de juego. Los cooperantes, uno a uno, subieron al altar para pronunciar frases muy breves pero inmensamente profundas. Incluso se leyó un pasaje del Corán. Eran mensajes del alma, pura entrega y compromiso por la continuidad de la Fundación. ?Lucharemos con todas nuestras fuerzas para seguir con la obra de Vicente Ferrer?. Fueron aplaudidos espontáneamente una y otra vez.

Uno de los periodistas que se encontraba cerca de mi, lloraba al mismo tiempo que disparaba las fotografías con su cámara.

Para mi no ha sido un funeral. Se convirtió en un homenaje del pueblo. Repito: Del pueblo. Las llamadas ?grandes personalidades?, eran escasas. Los Duques de Palma, como bien ha dicho Ángel, viven en Barcelona, y el hecho de asistir no les suponía más que un corto trayecto en coche oficial.

No. No había ?realmente? representación real ni política. No. No ha respondido la iglesia católica como Vicente Ferrer merecía. Las representaciones por ?condición?, no significan nada si no parten del corazón. Eso sí, que nadie lo ponga en duda: Si le conceden el Nobel de la Paz, allí estarán todos los reyes, príncipes, presidentes de gobierno, famosos, nobles y snobs.

Pero las dos mil quinientas personas, sí que acudieron de todo corazón. Y eso es lo que Vicente Ferrer ha sembrado: Corazones.

Su muerte ha conmovido al mundo porque era bueno. Se fue de un organismo oficial humano que representa a la iglesia: Los jesuitas. Ateos, musulmanes, budistas, católicos. Personas de todas las razas e ideologías estaban allí, llevadas por el corazón de un santo. Un santo que me seguirá haciendo creer en los hombres. En la generosidad, la entrega, la ayuda real a los que sufren. Bendito seas, Vicente Ferrer. Bendito seas.

Las palabras de su esposa Anne Perry alcanzaron el cielo. Saludó, escuchó, abrazó y besó a las dos mil quinientas personas, una por una.

El recordatorio que tengo en mis manos no es como todos los demás. Sobre un azul marino de fondo, aparece dibujada su silueta con un paraguas. En el interior, se lee:

 

?VICENTE FERRER MONCHO
1920-2009

Ha fallecido en Anantapur, India, el 19 de Junio de 2009,
acompañado de su familia y rodeado del cariño de tantos
que le hemos querido.
?

Y a la derecha, el siguiente texto:

?ESTAMOS AQUÍ, PARA PONER REMEDIO
AL SUFRIMIENTO Y A LAS INJUSTICIAS.
ÉSE ES EL SENTIDO DE NUESTRAS VIDAS,
LA RESPUESTA A QUÉ SOMOS,
POR QUÉ Y PARA QUÉ ESTAMOS AQUÍ
?
Vicente Ferrer.

PD. Seguramente esto es lo que debería haber escrito ayer. Perdonadme.


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