¡Cómo me ha pagado!

¡Cómo me ha pagado!

Esta es una frase demasiado utilizada por muchos de nosotros cuando alguna persona nos ha decepcionado después de habernos volcado en ella, emocionalmente o económicamente, en determinadas circunstancias en las que creímos que teníamos que estar a su lado. Pero?¿qué tal si lo que debiéramos haber pensado en su momento en lugar de lo de ?volcado en ella?, lo cambiáramos por lo de ?invertido en ella??

Opinión | 27 de junio de 2009
Gloria Mateo

Sí, porque posiblemente lo que de una manera emocional estábamos haciendo era una inversión a corto o largo plazo con objeto de que de que, de igual forma en la que nosotros actuamos con ella, ésta debiera retribuirnos después. Pero no, que no nos digan eso porque lo hicimos de buena fe y porque nos salía de dentro y fuimos generosos.

Esto, por supuesto no es discutible. La bondad, en su momento, de la que hicimos gala, no está en entredicho. Lo que sí cuestiono es si nuestro ego, una vez satisfecho por haber realizado una buena acción con alguien que lo necesitaba (porque no nos olvidemos de que el altruismo sin recompensa del tipo que sea, a mi juicio, no existe, ya que siempre la hay, aunque sólo sea emocional), estaba realmente esperando los ?intereses? que le proporcionaría su inversión. Estos ?intereses? son los que, tal vez, en un futuro, nos llevarán a estar enfrentados o decepcionados con aquél que en su momento nos produjo compasión o solidaridad que creíamos dábamos sin condición.

Menciono lo anterior, porque creo que de ahí viene la frase con la que titulo este artículo y otras muchas. ¿Cuántas veces no hemos hecho uso o hemos escuchado eso de: ?mira cómo me ha pagado, después de que yo me volqué?, ?me debe un favor?, ?favor con favor se paga? y esto sólo es el resultado de un balance puro y duro: DEBE, HABER, SALDO, en nuestro peculio particular, bien sea a nivel de afectos o de economía.

Por eso ocurren las decepciones o enfrentamientos. Simplemente son el resultado de las expectativas que habíamos puesto de forma no consciente en una inversión que no nos ha resultado como queríamos. Es el resultado de que en nuestro comportamiento ya mediaba alguna emoción que se ha sentido maltrecha.

No seamos hipócritas, si las acciones las hiciéramos de una manera totalmente desinteresada, esta frase la desterraríamos de nuestro repertorio. Esto no quiere decir que no demos ayuda, simplemente digo que no demos por otro motivo que por la satisfacción de sentirnos bien cuando lo hacemos. Que ésa sea únicamente nuestra retribución.

Usamos demasiadas palabras, demasiada retórica para hablar de lo divino y de lo humano, pero a nuestras acciones siempre les ponemos un precio. Del tipo que sea. Siempre lo hacemos. Quizá no somos conscientes en el momento, pero sí más adelante.

Olvidamos que los demás tienen derecho a ser ellos mismos, a no ser como nosotros quisiéramos que fueran. No hay dos seres iguales. Yo no puedo pretender que tú respondas de la manera que yo quiero. Si lo hago, si mis actos van encaminados a los resultados, no es necesario ni siquiera el que nos alejemos después de dicha persona o colectivo para no llevarnos chascos, ya que tarde o temprano tendremos de nuevo referencia de ella y haremos una evaluación de su vida y de la nuestra. Si el balance es positivo para nosotros, nos sentiremos bien y prácticamente no nos hará daño su situación; si, por el contrario, en ese momento estamos en números rojos de nuestros afectos o de los otros y observamos que ella está mejor, entonces será cuando aparecerá el resentimiento y el echar en cara.

¿O no nos comportamos así?

Nunca he querido escribir en primera persona, pero ahora lo voy a hacer: hace años, y de manera voluntaria, es decir, lo que se llama totalmente ?altruista? di mi tiempo porque quería y podía hacerlo a Cruz Roja y a otras organizaciones. Me sentí muy bien haciéndolo. Estaba satisfecha conmigo misma porque echaba una mano a quien lo necesitaba. Era mi recompensa en ese momento. La vida da muchas vueltas y cuando después he solicitado una ayuda laboral a dicha organización, me la han negado. Claro, hasta ahora no había pensado en lo mal que ?me han pagado? lo que yo ?invertí?. En este caso tuve gratificación a corto plazo y me sentí muy bien. Los años han pasado y sentí decepción y dolor por el comportamiento que, con posterioridad, han tenido conmigo. Tuve que escuchar, concretamente de una persona que trabaja para Cruz Roja (no voluntaria), eso de ?¿Tú no serías voluntaria con objeto de que se te pagara?? Pues mire, en ese momento, no. Pero ahora, pero ahora esperaba al menos una deferencia hacia mí y me han dejado herida emocionalmente, porque han removido mis memorias. ¿O ustedes como organización no esperan el reconocimiento social de su labor en el mundo? ¿O muchos de ustedes no se mueven por el interés de ocupar un buen cargo dentro de la organización? No, no me digan que no. He visto sus propias tripas: a mí me eligieron vocal provincial en su momento y me conozco alguna de sus entrañas.

Pues eso, señores: ni siquiera los que tienen renombre internacional merecidamente ganado hacen las cosas de manera totalmente desinteresada.

Que nadie me malinterprete. No quiero decir que no sean necesarias estas organizaciones. Hacen una gran labor de solidaridad en situaciones en las que se necesita. Pero la trastienda?. ¡ay la trastienda! Entre bastidores se ven las miserias y grandezas humanas! Eso sí, éstas últimas, reciben su retribución aunque sólo sea emocional. Llamémoslo cómo queramos, pero al fin y al cabo retribución.

¿Y qué decir de los que propugnan un mundo de espiritualidad, cuando tienen recursos económicos y nos dan consejos de cómo ayudar a los demás? Que le hablen de lo divino al que no tiene para comer. Alguien dijo en su día que la religión era el opio del pueblo. Pero el opio no nutre. Da vitaminas para el alma, no alimento físico. Sólo narcotiza, droga. Así que con la esperanza de un ser superior, nos adormecemos y pasamos un poco mejor por nuestra existencia. Cada vez más escuálidos, pero seguimos.

Cuando vea acciones por parte de los que predican, cuando no estén asentados en una economía sana o en un respaldo del tipo que sea, entonces y sólo entonces me daré cuenta de que el dinero no pinta nada en esta vida. Hablar desde los púlpitos es muy fácil. Hay que bajar a las cloacas. Y, ¿sabéis? cuando alguien está en las cloacas y por unos momentos sale de ellas al encontrar otro mundo mucho mejor, es muy probable que no quiera volver a ellas ni siquiera con imágenes que se las evoquen porque lo pasó muy mal. ¿No hemos escuchado eso de ?cuando de servilleta se llega a mantel?? Sin embargo, también otros de los que han bajado a las alcantarillas del sufrimiento, recordándolo, se ponen mejor en el lugar del que ahora lo está pasando y están ahí, a su lado, ayudándole. Son dos formas de reaccionar. Las dos existen. Las últimas, por desgracia, se dan con menor asiduidad.

¡Hala, ya va siendo hora de dejar la hipocresía! Hablemos menos y seamos coherentes con cómo somos: simplemente seres humanos capaces de miserias y de grandezas. Todo depende del extremo en el que nos situemos y cuántas veces estemos más cerca del uno que del otro. A mí, por supuesto, me merecen más credibilidad los que no se mueven por recursos económicos. Los afectos son otra cosa: la verdadera amistad y el verdadero amor desinteresado se pueden contar con los dedos de una mano. Y, como he dicho, siempre esperaremos, al menos, una retribución emocional. Miremos un poco hacia nuestro interior.

Solemos poner un precio a nuestras acciones, aunque en un primer momento las hagamos porque nos salen de dentro. En el fondo, muy en el fondo, si les hacemos una radiografía, buscamos que sean rentables. Me da igual el tipo de rentabilidad, pero que nos proporcionen algo. Eso es lo que creo y así lo digo. Por supuesto, no espero que todos piensen igual que yo, ni mucho menos. Sería entrar en la imbecilidad.

Tendremos que ir aprendiendo a desaprender lo aprendido a lo largo de la evolución para que haya un cambio significativo en la especie humana. Dentro de los que son desprendidos, sólo admiro a los que ayudan y se sienten bien, no los que lo hacen para acallar su conciencia o esperando que se comporten así con ellos mismos. En este caso, los resentimientos afluirán a la superficie.

Todos podemos estar arriba o abajo, simplemente en un suspiro. El que piense lo contrario, que se vaya preparando? Los que necesitan ayuda no están siempre a miles de kilómetros, que también hay muchos pero, al volver una esquina, en nuestras propias narices, quizá nos tropecemos con alguno que igualmente la demanda, aunque lleve traje. La necesidad, de la clase que sea, no se caracteriza por llevar un tipo determinado de ropa.


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