25 minutos

25 minutos

Has estado con ella veinticinco minutos contados con su reloj. Has llegado y te has detenido mirándola, al principio callado, temiendo algún movimiento brusco que te indicara peligro. Luego has comenzado a lanzarle tus primeras insinuaciones, tímidas, mezcladas con algunos silencios.

Opinión | 20 de mayo de 2009
Gloria Mateo

Parecía como si de un momento a otro fueras a decidir marcharse y ella no quería que lo hicieras. Al fondo, por desgracia, la exhibición de carreras de coches con sus torrentes de ruidos presagiaban que no ibas a aguantar por mucho tiempo. Sin embargo, te has acercado un poquito más a su lado, quizá huyendo de la tormenta de motores. No entendías, cómo podían entristecer la hermosa mañana en la que el sol os regalaba su cálida caricia. Eran como demonios amenazadores en lo que había sido un campo silencioso lleno de ángeles a los que habían conseguido expulsar. Les habían ganado la guerra, y la sinrazón fue su mejor y más mortal arma. Asustada, ha permanecido quieta porque no quería tu ausencia inmediata y ha empezado a hablarte también, intentando adaptarse a ti como ha podido; la escuchabas atento y luego contestabas. Claro que tus respuestas eran breves, comparadas con las fuentes a chorros que salían de su boca. Te ha contado muchas cosas en poco tiempo, temerosa de que te marcharas sin haber vaciado su alma. De vez en cuando, recelosa, miraba el reloj: estoy cansándote, decía. ¿Cómo es posible que estés aquí durante tanto rato, que para ti tiene que ser una eternidad? Pero ahí estabas, dando un poco de quietud y de reposo a la marabunta de sus presagios de los que te estaba haciendo partícipe. Pero también te ha hablado de esperanzas, de sus planes y de sus sueños. De sensaciones que hacen que le vibre el cuerpo deseando que se hagan realidad; de sus suspiros galopantes en la noche en busca de una boca y de unos brazos, para que rodeen su cuerpo. En fin..... se ha ?desnudado? contigo y ahí seguías, escuchándola. Sentía como si tu conversación fuera un poco de lluvia que humedecía algunos de los desiertos que aún persisten en su interior y que van perdiendo la esperanza de volver ser un pequeño vergel. La ternura que se desprendía de tu compañía hacía que se emborrachara de alegría. Tu presencia de amigo, de compañero, que ha interrumpido por un momento su recorrido le ha traído a la mente unos versos de Mario Benedetti:

?Compañera

usted sabe

que puede contar

conmigo

no hasta dos

o hasta diez

sino contar

conmigo?

Y ya ves, ella ha contado contigo hasta 25 minutos compartiendo una ?conversación? agradable. Increíble para un pajarillo que ha pasado volando y se ha posado, curioseando, y por casualidad, quizá percibiendo que era necesaria su presencia. Es probable que cualquier otro día vuelvas y le digas: ?estoy aquí, hablemos un ratito?.

Por mucho que se hayan empeñado algunos, la soledad no impera donde se producen momentos mágicos.


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