-Lo que oyes. Presumes de no tener coche y también de no quererlo. Hablas sin pudor de tus ideas, te pronuncias a favor de causas comprometidas y complicadas, está bien mientras todo va bien, pero ahora ya no.
-¿ A qué te refieres?
-A ti. Me refiero a ti. Parece mentira que con tu capacidad de negocio continúes mostrándote con descaro. No puedes ir así por el mundo, es muy arriesgado. Puede salirte muy bien o muy mal. Ahora no te lo puedes permitir. Sólo te seguirán personas muy determinadas, y esas son siempre pocas.
-Tal vez no quiero otra cosa.
-No te engañes. Quieres lo mismo que todos: Continuar.
-Sí, pero a mi manera.
-Deja de universalizar tu propia anécdota. Los directivos de las multinacionales lo que quieren ver son grandes instalaciones y puestas en escena, no discursos sobre la crisis y planteamientos de negocios alternativos como el tuyo. Te equivocas.
-Te recuerdo que tú y nadie más que tú, me llamaste hace una semana cuando tenías a cien trabajadores amotinados en tu empresa, no sabías cómo resolverlo, y me pediste ayuda. Y yo te deshice la huelga en diez minutos.
-Sí, subiéndote encima de una mesa como si estuvieras en la película esa del club de los poetas muertos.
-¿Y qué? Lo arreglé. Tú no sabías, no podías, y lo hice yo.
-Reconozco esa habilidad.
-No es una habilidad. Es meterse dentro de las personas, saber y reconocer su problema, mostrarse comprensivo y cercano.
-Eso es válido con la plantilla, pero no con los clientes.
-¿Entonces por qué me siguen los clientes?
-Porque están aburridos. Porque les diviertes, porque tus resultados son buenos al principio pero luego no puedes continuar por falta de liquidez.
-¿Y qué? Cuando eso ocurre, lo digo.
-Sí, lo dices. Otro error. Jamás debes mostrar carencias económicas ante el cliente.
-Con la verdad se va a todas partes.
-No. En los negocios, con la verdad te vas a la mierda. Un empresario lo primero que debe aprender es a mentir. A decir lo que no es, a asegurar que tiene lo que no tiene.
Es un juego y hay que saber estar.
-¿Me estás diciendo que yo no sé estar?
-Por favor? te he visto recitar un poema de Lorca en un curso de formación. Eso no tiene nada que ver con el marketing.
-No es cierto. De todas formas, si el marketing tuviera forma física, yo sería su asesino.
-¿Lo ves? No puedes soltar semejantes animaladas cuando te dedicas a eso.
-Yo digo lo que quiero, hago lo que me dá la gana, y argumento las conferencias como me parece. Y me siguen.
-Te siguen por divertimento, no por el fondo del asunto.
-Oye guapo, yo nunca te he pedido nada, pero tú a mí sí. Te he pasado gran parte de mis contactos cuando estabas seco, y ni siquiera has tenido conmigo un detalle en navidad.
Llevo en esto más años que tú, y no me vengas ahora dando lecciones de nada.
-Es que es muy difícil regalarte algo. No sabía cómo acertar ni qué elegir.
-Ya. Me dá lo mismo, no tiene importancia. Es que no entiendo a qué viene todo esto.
-Acabas de ganar la cuenta de Lax, y no podrás afrontar la financiación.
-Eso no es asunto tuyo.
-Sí que lo es. Mi oferta se ha desestimado, mi estructura es mayor que la tuya y además yo puedo soportar la cadena financiera. Te estrellarás.
-Eso tú no lo sabes.
-Estás loca, eres temeraria. No vas a poder, y lo sabes.
-¿No será que la quieres tú?
-Claro que la quiero. Podemos llegar a un acuerdo.
-Arregla tú los acuerdos con tu plantilla cuando hagan otra huelga. Arregla tu cocina y no me pases tu mierda nunca más, porque no te ayudaré.
-No puedes con ese cliente.
-Eso lo veremos. Lo que me queda muy claro es que lo quieres tú.
-Evidentemente.
-Pues es mío. Lo he ganado yo.
-Lo perderás. Si llegamos a un acuerdo, los dos saldremos ganando.
-No hay acuerdo. Tú a tu casa y yo a la mía. Ha ganado el mejor.
-Tú no eres la mejor.
-Yo lo he negociado y yo lo he ganado.
-Perderás.
-No. Acabas de perder tú.
-¿Yo? Qué coño te crees que he perdido yo?
-A mí. Para siempre.