La casa de las orquídeas

La casa de las orquídeas

La llevó una amiga. Aquel lugar le pareció de ensueño. Era como un pequeño palacio en medio del bosque. Recorrió con la mirada el entorno y se sintió demasiado pequeña ante el espectáculo que contemplaba: multitud de orquídeas formaban un magnífico paisaje jamás contemplado por sus ojos. De todos los colores. Majestuosas e inmensamente elegantes en su sencillez.

Opinión | 24 de abril de 2009
Gloria Mateo

Nada en absoluto había cambiado desde que murió el propietario a manos de unos narcotraficantes en el altiplano, cuando se disponía a comenzar un estudio de campo con un grupo de personas, entre ellos, algún biólogo español. La belleza había sobrevivido en medio de la miseria humana. Así ocurre siempre: la naturaleza continúa imponiendo su poder. Somos una pequeña parte de ella.

Por eso supo que tenía que beberse de un trago tanta sensación. Emborracharse de todo lo hermoso que su visita le proporcionaba, hasta olvidarse de cualquier otro momento que no fuera aquél. Era muy probable que no volviera por allí. El cauce de su vida estaba a punto de dar un giro. El lecho por el que discurría no se había trazado en lugar adecuado y tarde o temprano se rebelaría. El miedo la había invadido cuando alguien le avisó de que tuviera cuidado. No quería dar crédito a lo que le habían contado. No podía creerlo. Tenían que estar equivocados. Le habrían mentido. Tal vez estaba envuelta sin haberse dado cuenta en medio de la salpicadura de una nube blanca y por supuesto tóxica. No se percibió de que la podredumbre podía estar casi rozándola. De que hay manzanas que consideras sanas que pueden querer marcharse al cesto de las destinadas a los cerdos en un afán de ambición desmedida. Por eso quería grabar en su cerebro los que preveía iban a ser los últimos momentos de su estancia entre aquellas flores que le proporcionaban paz y equilibrio. Y, sin embargo, en esa misma casa, en ese paraíso de ensueño, sólo quedaba la viuda del propietario y sus hijos, porque al co-artífice de tanta belleza por su amor a la naturaleza, al confundirlo con alguien que pudiera ir a desbaratar la ?maquinaria? que clandestinamente tenían montada unos desalmados (que no desarmados), lo acribillaron con ametralladoras al igual que a otros compañeros. No hubo preguntas, sólo disparos. El español que participaba se salvó de milagro. Fueron víctimas de esas frutas en descomposición que tratan de conseguir que media humanidad débil desaparezca y los enriquezca. ¿Enriquecer, en qué? Todavía en obtener mayor putrefacción, supongo. A pesar del que el cesto donde vivan haya sido confeccionado con oro. Por desgracia este tipo de recipientes sin fondo sigue existiendo y la ?muerte? andante por la calle, también.

Tenía que aceptar lo que ocurría y no podía hacer absolutamente nada para intentar que predominara la reflexión. La cautela que debía adoptar, según le habían indicado, reflejaba visos de realidad y si continuaba todo por aquel sendero no podría vivir mirando a la cara de ningún ser humano débil, destrozado y escapándosele la vida a chorros, clamando un poco de más de lo que por momentos lo transportaba a un mundo sin problemas, pero que lo llevaba camino de la no existencia física, porque la otra la había perdido hacía tiempo, cuando comenzó a satisfacer la avaricia de algunos de una manera totalmente inconsciente.

Nunca preguntó, pero observó. Sabía que si preguntaba la iban a mandar al carajo. No quiso juzgar. No era nadie para hacerlo. Simplemente no se sentía partícipe de aquel escenario. Los demás eran libres para elegir su opción de vida. No ha sabido más. Ese tipo de negocios jamás le han gustado. Ella no era ejemplo de virtudes, pero aquello no, no?.

A veces, las cosas que nunca creemos que nos pueden suceder a nosotros, ocurren.

Hay momentos en los que las personas a las que se ama se van. Unas lo hacen porque las arrancan de cuajo manos llenas de crueldad o accidentes dramáticos; otras porque han cumplido su ciclo vital y pasan a formar parte de la gran energía universal; algunas, desaparecen de la vida al decidir tomar un camino opuesto y, en algunos casos, no en todos, quizá encuentran a otras que han considerado que tienen un perfume más fresco, aunque luego, éstas, puedan decir de ellos que son unos ?viejos babosos a los que no se los pueden quitar de encima?. ¿Pesan tanto los viejos? Posiblemente no pesan cuando están maquillados con dinero, pero el maquillaje desaparece y no dura mucho tiempo. Comienzan entonces a salir las verdaderas arrugas, ésas que ni el mejor cirujano plástico del mundo puede hacer desaparecer. Entonces es cuando aparecen las babas.

Tal vez por eso la llevó su amiga, al conocer su pasión por las flores. Para que guardara ese bello momento. Como queriéndole decir: mira, a pesar del dolor de esta familia y a pesar de todo lo negativo que te pueda ocurrir a ti, siempre habrá orquídeas en algún lugar que te recuerden que la vida puede continuar con más serenidad.

La casa de las orquídeas, perdida en un lugar mágico, ha quedado grabada como uno de los últimos recuerdos que vivió en aquel país. Pero, a pesar del sufrimiento posterior por el derrumbe de un proyecto de vida, a pesar de las penurias por las que tendría que pasar, aún le queda la caricia de la mejor flor para la mirada.


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