Mi vida nunca tuvo lógica. Nací en el seno de una familia acomodada, en la que mi abuela ejercía un matriarcado férreo. Dicen, que hasta las personas más fuertes tienen una debilidad: Yo era la debilidad de mi abuela. Pronto quedé sin padres y esto, quizás, hizo que volcara todo su cariño en mí.
Estudié el bachillerato en mi ciudad y ya, en los últimos años, causé algunos problemas. Empecé pronto. Alcohol, peleas, juego, mujeres.... a los dieciocho años era de sobras conocido en la pequeña capital de provincias. Mi abuela me sacaba de los atolladeros y pagaba generosamente los desperfectos, con lo que me iba librando, hasta que....
Un día, en el pueblo donde teníamos la finca, me emborraché y destrocé medio bar. A Juan, su propietario, un buen hombre, le dí un peñetazo y le rompí la nariz. Fué la gota que colmó el vaso de la paciencia de mi abuela y, como he dicho, con mi abuela había que tener cuidado. Superó su debilidad.
-Has traspasado todos los límites, me dijo, y es hora de que te resposabilices de tu vida. Eres mayor de edad, sano y fuerte, por tanto podrás valértelas por ti mismo. Y vas a hacerlo. En este sobre hay cincuenta mil pesetas para que puedas empezar. Tienes hasta mañana por la mañana para recoger tus cosas. Si a las doce aún estás aquí haré que te echen. Puedes retirarte....(abortó con un ademán mi intención de hablar....)
Y me fuí. Al principio me pareció que había ganado, cincuenta mil pesetas de la época eran mucho dinero y por dura que fuera. mi abuela era mi abuela.
Me equivoqué en todo. El dinero, con los amigos que atrae, sin hacer otra cosa que gastar (que es lo que había hecho hasta entonces), duró poco. Y a mi abuela no pude acceder de ninguna forma, se había blindado para que no pudiera hacerlo. Intenté recurrir a los amigos de la familia, pero éstos estaban avisados y no cayeron. A mis propios amigos, a esos que me acompañaron en mis correrias cuando el que pagaba era yo, y me volvieron la espalda. A las mujeres que frecuenté.... a los dueños de los garitos en los que me dejé el dinero.... Nadie repondió. Se me había terminado el crédito. Tengo que hacer un excepción, La Ceut, una profesional de la noche, que trabajaba de camarera en "La Luz", me echó un cable: -No tengo dinero, pero puedes quedarte en mi casa y comer de lo que yo coma. Lo hice, el frío es malo y el el hambre también, así que guarde mi orgullo y me fuí a vivir con ella.
Intenté buscar empleo, pero pocas cosas sabía hacer bien y vivíamos tiempos difíciles. Descargué camiones, hice pequeños trabajos, algunas sustituciones, pero nada que me permitiera salir de la situación. Antonia, La Ceut, no se quejó nunca, ni nunca me pidió nada. Yo.... cuando cobraba algo, compraba algunas cosas e ibamos tirando.
Recuerdo con cariño esa época a pesar de su precariedad. A medio día comíamos juntos y yo ponía la mesa mientras Toñi preparaba algo. A veces, la noche que ella libraba,ante una taza de café, nos sentábamos en el sofá a ver la tele y yo echaba mi brazo por sus hombros. Ella se recostaba en mí y permanecíamos sin hablar ¿para qué?, durante mucho tiempo. La Ceut era una mujer joven y fuerte. Animosa, leal, con una sola cara, que, creo, tuvo la mala suerte de enamorarse de mí. Y las mujeres como la Ceut, a las que la vida no ha tratado bien, cuando se enamoran lo dan todo sin pedir nada. -Todos tenemos una estrella, me dijo un día, pero durante mucho tiempo creí que la mía estaba apagada, ahora veo como brilla.
Enfermó y siguió en la brecha, su sueldo era el soporte y no podía dejar de ir a trabajar. No dijo nada hasta que yo alarmado ante su delgadez extrema, la llevé a la fuerza a un médico. Tenía una anemia severa y habia que ingresarla de inmediato. Ahora era yo el que debía buscar soluciones.... Y las busqué.....
Al principio solo presté mis servicios como conductor de coches de gran cilindrada en carreras salvajes. El conducir de prisa se me dió siempre bien. Unía desprecio al peligro con una rara frialdad cuando me montaba en el coche. Ganaba muchas veces y me pagaban bien. Pero yo necesitaba mas dinero y cada día participaba más. Pude hacer que la Ceut volviera a casa, con la promesa de grandes cuidados e inactividad absoluta. Una señora venía un par de horas y yo ayudaba en lo que podía. No me importaba exponer mi vida unas horas (llegué a participar en tres carreras en una noche), con tal de que pudieramos seguir adelante y que ella se repusiera. Se lo debía.
Pero las cosas se complicaron. Siempre se complican. Uno de los pilotos perdió el control y se empotró con el coche en una pared. Murió en el acto. El tacómetro marcaba 235 kms/hora. Y yo volví a encontrarme sin empleo y con la necesidad imperiosa de unos ingresos. Era un terreno abonado y pasó lo que tenía que pasar....
Todo estaba calculado al milímetro, cronometrado al segundo, estudiado en profundidad. Se habían buscado profesionales especializados y con la experiencia suficiente. Nada se había dejado al azar, a la improvisación. Cada uno sabía sin la menor duda lo que tenía que hacer.....
Pero el viejo se tiró. No fué casual. No fué un accidente. El viejo se tiró delante del coche. Y yo no pude evitarlo.... Podía conducir a 250 kms., pero no supe evitar al viejo cuando iba apenas a 90. Todo había salido bien, aquella calle estrecha nos llevaba directamente a la autopista y, en la primera salida, nos esperaban dos coches límpios.
Pero el viejo se tiró... y yo no pude evitarlo....
Delach.-