Su escuálida figura y su cara delgada y de ojos inmensos, parecían disminuidas ante la mesa grande en la que había sentada tres personas. Hizo un esfuerzo y levantó la cabeza mirando directamente a la persona que tenía enfrente. -Número y nombre, pregunto la Voz. -37 Martina, respondió la niña. La Voz sacó un papel de una carpeta azul y recitó: - 8 años, sin padres conocidos, en esta institución desde los dos años, una neumonía en 2005....., rotura del brazo izquierdo el año pasado, bien en la actualidad. 7 veces rechazada, caracter indómito, penalizada en distintas ocasiones.....
La miré por primera vez, verla la había visto antes, pero mirarla....
Permanecía con la cabeza erguida y una mueca de ¿cansancio? en los labios. A pesar de su fragilidad había un cierto desafío en su mirada y asco, repugnancia ante aquella farsa. Intenté penetrar aún más, no lograba entender que a tan corta edad pudiera haber tanto desprecio en su actitud. O ni siquiera llegaba a eso, era una total y absoluta indiferencia.
Por una fracción de segundo sus ojos me miraron y sentí que un escalofrío recorría mi espalda.
-Martina, dijo la Voz, ¿sabes porqué estás aquí?
-Sí..... para ser rechazada otra vez, dijo la niña.
Yo me moví inquieto. La Voz torció el gesto. Una tercera persona le dijo con voz suave: -Este Sr, el Sr. Mur, quiere adoptar a una niña de tu edad y puedes ser tú ¿te gustaría?
Me miró de nuevo e intentó una sonrisa. Yo también lo intenté. Ninguno de los dos lo conseguimos.
-¿Y me querría a mí? ¿Porqué? dijo.
-Creo que serás una buena compañía para mi. Y yo también te serviré de compañía a tí. Ambos nos convertiremos en una familia, respondí yo.
-¿Y tendremos una casa?
-Si, tendremos una casa y lo compartiremos todo.
-¿Y no me devolverás cuando te enfades?
-No, seremos familia para siempre.
-Entonces, sí, quiero irme contigo.
Nuevamente intervino la tercera persona: -Martina, ahora tienes que venir conmigo, el Sr. Mur tiene que pensarlo y.... nos contestará.
Martina me miró y en su mirada había.... soledad. Ese profundo vacío que solo puede producir la soledad. La soledad como silencio, como ausencia, como desesperanza....
-¡Esperen!, interrumpí con energía, mi decisión está tomada. -Martina ¿quieres ser mi familia?
Sus ojos dijeron ¡sí! antes que su voz y las lágrimas mojaron su sonrisa.
Quien elige el camino del corazón no se equivoca, pensé cuando ambos cruzamos la verja de salida cogidos de la mano. Caía la lluvía mansamente y mis ojos estaban húmedos.....
"No hay más invierno que la soledad". Para nosotros empezaba la primavera.
Delach.-