Su Majestad: vergüenza

Su Majestad: vergüenza

Obligados a bajar la cabeza cuando se le saluda, porque fue Rey, y es -ahora- emérito.

Opinión | 07 de agosto de 2020
Consuelo G. del Cid Guerra

Obligados a presentar nuestros respetos y perpetuar honores que ya no son tales. Se ha fugado sin más, aunque es cierto que no le persigue la justicia, por tanto, es libre de largarse donde le venga en gana, pero no como una persona normal, porque no lo es, y como tal se sabe, se reconoce, ejerce.

A nosotros, sus supuestos súbditos, nos debía una explicación mínimamente razonable. Por mucho que haya llovido, este es un golpe real por la cara, porque le ha dado -literalmente- la realísima gana.

Lo de menos, a estas alturas, son sus amantes. Cientos. Miles, afirman algunos. La lista parece no tener fin y ha sido leída con cierto placer morboso. Pero la última, esa mujer trazada que mantiene su título principesco por un matrimonio que ya no es tal, le ha cazado de tal forma que ya no queda un cabo suelto. Nobleza obliga, y no ha cumplido. Tampoco es ejemplar bajo ningún concepto. El climaterio es lo que tiene, la carne es débil, y ahora, de la pasión más trémula al cañón, va un paso, pero no al frente.

Ha perdido toda credibilidad, se ha cargado el prestigio que durante décadas mantuvo, no ha dado una sola explicación pública, y tampoco su hijo.

Un Presidente cuyo Gobierno se torna políticamente correcto y defiende lo indefendible como si fuésemos imbéciles, porque tal vez ni siquiera sepa qué hacer.

¿Dónde está Juan Carlos?. Sus puertas nunca han sido traseras, ha atravesado los más inmensos umbrales, uniformado, regio, divertido en verano, como si de uno más se tratara.

Negocios, sexo, cintas de video. Bárbara, "la nuestra", que decidió ser "Rey" artísticamente hablando, y llamó Sofía a su hija. No pudo ser más descarado. Que cada uno piense lo que quiera. Ella ha sido discreta como pocas en su tiempo. Nada que ver con "la otra".

Transferencias millonarias, negocios más que turbios que serán justificados mientras tragaremos una vez más sin que suceda nada. Tiembla la corona, pero no del todo. Sostenida hasta la fecha, en Marivent, su Majestad no está. Tampoco en República Dominicana (tiene bemoles la cosa), y parece ser que así mismo se encuentra ausente en Portugal.

Qué vergüenza. Porque no hay otro calificativo, Majestad: vergüenza. Propia y ajena.


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