Tocata y fuga

Tocata y fuga

El pelele de esa prensa digital que se ha dedicado a sembrar bulos sin consistencia alguna, llegó a alcanzar hasta seis millones de lectores, pero nadie se pregunta cómo.

Opinión | 03 de diciembre de 2019
Consuelo G. del Cid Guerra

Tanto los desvíos a otras páginas de consecuencias horizontales como movimientos musculares en sus terceras piernas, generan un tráfico importante que se traduce en pasta. Dinero, sí, y bastante. Noticias que nunca lo fueron, mentiras monumentales que atrapaban frikis a puñados con sed de columna para más tarde autograbarse en video como si presentaran no se sabe qué espacio, nunca más allá de su propia habitación. Eso sí, con cascos baratillos de bazar, gesto enjuto como si les fuera la vida en ello, en busca de una fama que nunca llegó. Por Dios, la patria y la unidad de España: Vox mismo.

Que les caería la del pulpo era cuestión de meses, y ante la primera denuncia se han cagado patas abajo vendiendo un "exilio forzoso" como si fuera un político seriamente perseguido, aunque con número de cuenta pidiendo "aportacione". Pese al trato policial exquisito que nos vendió en su momento, la cosa parece haber cambiado de raíz en su discurso de despedida, cual dictador vencido y púgil ganador con la nariz reventada y cardenales varios que no desaparecen ni con bloques de hielo sobre el hombro cansado de un emigrante proletario al que quieren echar del país por el simple hecho de serlo.

Seguid al lerdo, al farsante, al calumniador se os antojó egregio, a la corte de amantes criminales que buscaban acólitos cuya recién nacida barba y voz en off os largaron injurias tan absurdas e inútiles como el estandarte presentado. Amantes del diablo, de la perversión morbosa a la banalidad del mal : ultraderecha rancia, circense y burlona, sin otra consigna que el discurso del odio visceral.

Ustedes, vosotros, ellos, los de las denuncias falsas y tantas mujeres malas, ofendidos por feminazis y escandalizados en la fiesta del Orgullo, mientras mostraron el cadáver desnudo de la activista muerta rezando un padrenuestro: No llores por mí, Argentina.

Que a la mayoría (inmensa) nos importaba un carajo quién mató al millonario, porque no te creímos. Ahora, desde el país de jamás nunca, sigue defendiendo a la manada, cultiva al falso mártir en que pretendes convertirte, y - si es que lo consigues- , recita cada letanía como un mantra, pero en tu propio nombre, y desde la grada que ya no sobrevive después de salir corriendo como las ratas.

Número de cuenta: 007. Su nombre es Bond. James Bond.


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