Qué bien se ha hecho, así, por la espalda, una ley contra las mujeres en toda regla, para dejarnos en la puta calle, sin nada, echándonos de nuestras casas, con o sin trabajo (después se encargarán los servicios sociales de quitarnos los hijos) mientras el macho gana por goleada como nunca jamás. Menudos movimientos varoniles victimizados en un bucle lacrimógeno que ha colado de maravilla. Con todo ello, se generan feminazis: os las habéis ganado.
Vosotros, los de la hostia inmediata y la palabra herida. Vosotros, maltratadores físicos y psicológicos. Los viejos reyes de un mambo que os silenciaba y ahora enaltece ese poder del macho que -mientras se afeita-, su mujer chorrea sangre.
Lo hace porque te quiere. Te pega porque te ama. Te humilla, te asalta, te insulta porque no puede vivir sin ti. Vuestros cojones no mandarán de nuevo. La alarma social revienta. Menudo verano en esa escuela de calor que nos ha colgado la soga al cuello.
Se están dando custodias a maltratadores. Las mujeres retiran denuncias por miedo a perder los hijos. Abusadores sexuales campan a sus anchas con su régimen de visitas oficialmente concedido. El sistema -perdido, o diabólicamente encontrado- acude a la demanda de un progenitor que llora y miente como nadie.
¿Y con las muertas, qué hacemos?... ¿Enajenación mental transitoria?. Eso es lo único que falta: Matar con la idéntica enajenación que os enamora.