El destape real de la transición

El destape real de la transición

¿Por qué ahora?. Esa es la pregunta del millón, cifra escasa y pequeña comparada con los doce mil de las antiguas pesetas que -según cuentan- pedía Bárbara Rey a cambio de su real silencio.

Opinión | 21 de enero de 2017
Cordelia Colby

¿Por qué ahora, cuando todo esto era vox pópuli y un secreto a voces que los periodistas han callado durante veinte años?. Y es que anoche, en Sálvame Deluxe, se pusieron las botas. Sostenidos por lo publicado en OK diario, su efecto rebote resultó maravilloso. Pelos y señales. CESID, CNI, cifras desorbitadas que -se dice- cobró Bárbara en su día. Eso es lo más grave de todo, dinero de los fondos reservados que pagamos todos los españolitos con nuestros impuestos, en manos de un ex Rey tan bárbaro que no lo quiso sacar de su propio bolsillo. Cosas del poder. Si su ex majestad tenía sus reales caprichos, haberlos asumido personalmente. Se dice, se comenta, se rumorea -supuestamente- que ha sido Letizia, reina, la artífice de todo esto. A saber. Bárbara se encuentra en paradero desconocido en busca de un caché millonario que ojalá consiga, mientras los especialistas del corazón que ?salvan?, ahora la ponen verde desde una doble moral incomprensible por su parte, con verdades a medias, contando menos de la mitad de lo que saben y juzgando con demasiada urgencia. Ellos, verdugos guillotinadores de infidelidades muchas, dictaron sentencia contra Bárbara Rey, cuyo linchamiento mediático quedó en sus manos, ayudados por una amiga traidora -Hortensia-. A Bárbara ( y eso no está muy claro) la siguió Sandra Mozarowsky, cuyo embarazo, siendo menor de edad (17 años) pensaba llevar adelante. Sandra, también actriz de destape, actriz desde los 10 años, era bellísima. Bárbaramente bella. Dicen que se cayó por el balcón de su casa debido a una lipotimia. Otros dicen que se suicidó. Pero resulta que el balcón tenía una altura considerable, y la caída resultaba imposible. Su hermano, León -Lev para los amigos- parece dispuesto a hablar. Quién sabe. En la tumba de Sandra, puede leerse el siguiente epitafio: ?Pero que todos sepan que no he muerto?.

 


 

De Sandra, dudo que nadie se atreva a hablar. La dejaron tirada. Permaneció en coma durante casi un mes, y finalmente murió. Tenía dieciocho años. Los videos de todas sus películas, desaparecieron.

Y más tarde, llegó Nadiuska, otra reina de la transición. Se dice que quiso hablar. Ella, la musa del destape, se convirtió en un juguete roto, seguramente porque jugaron demasiado con ella. Su último papel en la serie ?Tristeza de amor?, supuso la clausura definitiva de su carrera. Lo perdió todo, vivió en la calle como una indigente y actualmente reside como enferma crónica en el psiquiátrico de Ciempozuelos.

Su nombre real, Roswita Berash. Espectacular, de ojos felinos y penetrantes, se la comparaba con Brigitte Bardot. A Sandra, con Ornella Muti. Pero a Bárbara no se la llegó  a comparar jamás con otra actriz.

De las tres nombradas, ninguna tuvo problemas con las drogas o el alcohol. Eran mujeres sanas, física y mentalmente, bellezas preferidas, como ese juego de las muñecas rusas donde se mete una dentro de otra para salir cualquier día, de una en una, contando su real historia. Sandra está muerta. Nadiuska -dicen- está loca. Pero Bárbara, vivita y coleando, ha sido la más lista de todas. Se dice -también- que las tres fueron amigas.

Yo, Sandra, no te olvido. Y tampoco creo que Roswita esté loca, pese a su oficial diagnóstico. Y a ti, Bárbara, te deseo la mejor de las suertes. Te sobran arrestos para defenderte como te corresponde, egregia  murciana donde las haya.


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