"El verano en el que mi madre murió dejé de llamarme Pablo. Yo solo tenía ocho años y, quizá, debido al dolor de esa enorme pérdida, decidí que quería dejar de mentirle al mundo". Así empieza "Llámame Paula", la última obra de Concepción Rodríguez Gasch, pubicada por Edicions Bellaterra.
Opinión |
04 de julio de 2016Consuelo G. del Cid Guerra
Una novela para adolescentes que personalmente considero debería ser de lectura obligada en colegios e institutos. Pablo nace siendo niño, pero se siente niña. Concepción Rodríguez Gasch consigue contar una historia complicada de un modo tan simple como debería ser la capacidad de aceptación y comprensión de la transexualidad en sí. Pablo juega con muñecas y se siente atraído por el mundo femenino porque no es un niño. Su "confesión", mediada por el duelo en que se encuentra inmerso, pasa por todos los personajes familiares, hasta que será irremediablemente aceptada.
Mar Cambrollé, Presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía Sylvia Romera, avala esta obra con palabras contundentes: " Quien nunca se equivoca por encima de médicos o papás, es la NATURALEZA ; ella hace que seamos rubios, morenos, con ojos claros, marrones o negros, blancos, negros, chinos, gitanos y también transexuales".
Pablo, el protagonista, se identifica con el sexo opuesto y solo pretende ser aceptado como tal. Luchará por ello ante las personas más importantes de su vida hasta conseguirlo. Su amiga Laura jugará un papel fundamental al respecto. Pero no seré yo quien destripe este libro, puesto que animo a su lectura, especialmente a los más jóvenes. Mis más sinceras felicitaciones a la autora, que ha sabido tratar un tema tan delicado con verdadera maestría (por cierto, ella es maestra).