Verá usted: Los fabricantes de armas proporcionan el medio, pero la causa no son las armas sino las diferencias religiosas.
Debe Vuestra Beatitud comprender que un tío que se inmola no lo hace por las armas, sino para arrasar con cuantos infieles pueda. Son, por tanto, las diferencias religiosas, no los fabricantes de armas, quienes originan estos disparates.
Entiendo perfectamente que, desde su posición, sienta usted la necesidad de echar balones fuera culpando de causa al medio, pero asuman su responsabilidad. Los que usan esas armas son personas profundamente religiosas. Por dinero veo improbable que se inmole nadie ¿No cree?
Imagine el Vicario de Cristo que un señor le abre la cabeza a otro con un martillo para quedarse con su dinero. ¿Culparía Su Santidad al capital, a la avaricia, o al fabricante de martillos? Si bien es cierto que sin el martillo no habría podido haberle abierto la cabeza, no me parece justo que al fabricante de martillos se lo responsabilice en primera instancia. Vuestra Beatitud está culpando al fabricante de martillos.
Estamos de acuerdo en que los fabricantes de armas no deberían existir. O tal vez no lo estemos tanto. Al fin y al cabo, yo estoy en contra de que existan, una postura lejana a la de ostentar la mayor autoridad en una organización internacional con intereses accionariales en la industria armamentística como lo es la Santa Madre Iglesia, Beatísimo Padre. Además, para un fabricante de armas, esto no es más que calderilla. Su negocio está en las guerras, no en los atentados.
Pero incluso tomando conciencia de lo anteriormente expuesto, tal vez a Su Santidad le apetecería recordar las enseñanzas de los Evangelios. Más de una es aplicable al contexto que nos ocupa. Recordará el Sumo Pontífice que el único asalto violento a un templo que recogen los Evangelios lo protagonizó nada menos que el mismísimo Jesucristo, aquél que animó a observar la viga en el ojo propio antes que la paja en el ajeno, incluso quien animó a tirar la primera piedra a quien estuviera libre de culpa.
Teniendo eso en mente, habremos de admitir que lo de ahora es escandaloso, sí, pero al fin y al cabo estos infelices, por espantoso que sea, no pasan de matar unos puñados de personas. Unos aficionados si los comparamos con su equipo, Beatísimo Padre. Ustedes arrasaron con civilizaciones enteras, y mucho más cruelmente: empalaban, destripaban y despellejaban a la gente viva. Me perdonará el Sucesor de Pedro que un humilde servidor perciba eso más como una viga que como estar libre de culpa.
No, Santo Padre. Las armas no son la causa, son el medio.
La causa son ustedes.