Lloró un poquito -lo justo- para despedirse -supuestamente- de sus compañeros. Pidió un perdón insulso a modo de arrepentío y casi parece un cura. Todos contra su fuego, contra el otrora jefe del mal que predicó su bien mal entendido y no se cortó una grapa en soltar que había donado a una pobre chiquilla laboralmente acosada el pastón que cobraba por presentarse recién salido de esos talleres lúdicos para ricos. Sorprendentes sus declaraciones femeninas -según Frank, las guapas son para los millonarios, y Lady Doble K le hace un favor permaneciendo a su lado por amor ya que no tiene posibles suficientes para estar a su altura. Quizás por eso se opera. Salieron unos cuernos que no se sabe adónde van -si es que vienen- en el nudo mediático, la flor de su secreto, despojada de honor, también llorosa, al tiempo que las demandas se cruzan contra la de San Blas. No se hizo el milagro. Frank dice que se va, que se aleja de los asesinos de los ruiseñores, para entrar en otras lindes que aún se desconocen.
Yo, visto lo visto, no me opero. Estoy incluso por dejarme las canas para no engañar a nadie.