Toi et moi

La previsión del disgusto antes que el gusto parte de una mirada, del roce liviano y un olor animal que activa el instinto.

Opinión | 17 de agosto de 2015
Consuelo G. del Cid Guerra

Tras muchos telones caídos puede saberse -incluso- en qué momento injusto empezó la posesión, la pertenencia, el negocio par que a la primera de cambio niega lo que se siente, si existió. Cuando todo era horizontal o vertical, salvaje y dulce, cuando del restaurante a la mesa de casa no se encontraba nadie o nunca el mismo. Sin palabras, cansado, harto de no sabe qué y fundamentalmente aburrido.

A determinadas alturas, uno ya no está dispuesto a aguantar nada, sostiene poco, no necesita. Se sabe desertor del establecimiento: Caro, barato, en cualquier caso es lo mismo. Y al pronunciar determinadas frases sale huyendo el contrario, la contraria, otrora compañero-a, marido- esposa, amante... esta última palabra sin género que no distingue sexo por ser única, verdad, más que arriesgada y caliente por demás. Arde la mano tibia donde adivina fiebre compulsiva, con todo por detrás, como se adora al canalla, a toda aventurera, para después domesticar a ambos sin el más mínimo decoro. Del bolso a la corbata, del tacón a ese traje tan masculino siempre que abrocha los remedios, que coloca en el bando más amable para que un día -cualquiera- pueda decir: "No es normal".

Figuras esperpénticas como padres de familia, amas de casa, artistas, enfermos crónicos, viejos y viejas cuyos pliegues confirman lo que han sido. Somos el porvenir de ese pasado casi siempre inconcluso que casi nadie entiende, cruza o quiere. Amar es un estado mayestático. No existen continentes. No pasa nadie más que el ser amado, por encima del mal, sin rabillo en los ojos, sin otra sensación que la de estar al lado, pegados, encontrados sin tiempo. La escena más romántica en la historia del cine se encuentra en Bonnie and Clyde. La pareja de asesinos, tumbados en la hierba después de haber matado. Él le dice a ella: "Conmigo nunca tendrás casa ni domicilio fijo, tampoco tendremos hijos, nos perseguirá la policía...". Ella, fascinada, responde: "¿Me lo prometes?"...

 

 


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