La número 11 somos todas

La número 11 somos todas

Habrá que contar con señales y pelos cómo era, qué sentía, qué pensaba, qué nos decía... su miedo, su pánico, sus últimas decisiones.

Opinión | 10 de agosto de 2015
Consuelo G. del Cid Guerra

Nadie quiere ya hablar de ella, excepto para obviar su final. Ha muerto. La mató su marido en noviembre. Fue la víctima número 11 en Cataluña de esa "violencia de género" cuya terminología no comparto en absoluto. La mató él. Un manto casi virginal de impunidad parece que todo lo abarca. Falso, pero útil para los que el mundo entiende por los "más allegados", que acostumbran a ser lo más lejanos. Montar otra historia es muy sencillo. Basta con argumentar la defensa ajena para anular la que ella nunca tuvo. El género judicial es un nuevo género de violencia : Sobre el papel no se sostienen las muertas. Esos cadáveres mansos, mudos antes de tiempo, cuya última declaración es una autopsia, y el cúbito supino mucho más que una postura. El tiempo no cura nada. Aumenta una rabia enferma, la impotencia feroz, el olor de sus manos cuando aún te las daba, mucho antes de cruzarlas. Y piensas cómo pudo ser, qué hacer, hasta qué punto era seguido y se inició el final. Él ni siquiera está preso. Le redimió su propio suicidio y tuvo funeral, con los mismos honores, postrado como un loco, mártir de los espasmos, con la mirada ida hacia ningún lugar. Quemado -muerto- aunque la quemara en vida. Esa no es la cuestión. Principio y presencia por encima de tod@s. No recordarla nunca, puesto que no se olvida. Y tenerla delante, como algo sagrado, en una imagen feliz donde sonríe al final del verano. Un agosto como este, año pasado que no llegó a diciembre.


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