La pastilla

Conocí a un tipo simpático, de esos con cara de buena gente, que me enseñó una pastilla. Según él, ilegal en España. Se la traen de Andorra. La pastilla en cuestión es una especie de Viagra para quedar bien -eso me dijo- ante las exigencias femeninas.

Opinión | 22 de octubre de 2014
Cordelia Colby

Entonces le pedí que me contara por encima cómo anda ese patio, y al parecer, no es cosa sencilla. Lo curioso es que condón no llevaba, parecía no preocuparle pillar un sarpullido o cualquier otro asunto más serio (que cabe). Me contó que las mujeres estamos todas locas y hemos cambiado mucho. Que ahora hay que aguantar pero que mucho, mucho rato, para satisfacer a una hembra. Él las encuentra de noche, puesto que las busca, y se fija en cuerpos enormes calzados en diez centímetros a los que hay que pagar cenas muy caras y comprar algún regalo de marca si quiere continuar en el tiempo (no me especificó cuánto). Pero eso no es todo. Resulta que ha ligado con una importante y tiene sus sospechas. No sabe si trabaja, porque siempre está disponible, lleva bolsos Hermés y Vuitton, viste como una millonaria y él piensa que es puta, pero no está seguro. Me enseñó varias fotos que tenía en su móvil -cómo no- mientras buscaba un vídeo en el que ella hablaba. ¿Tú crees que es puta? -me preguntó. Y yo qué voy a saber, válgame dios, si no soy capaz de detectar un baboso en la cola del paro.

La pastilla de marras se la toma cada noche que pretende tener sexo, sexo bueno, y le mantiene erecto a todo él durante horas y horas. Yo creo que lo de menos es si la chica es puta o no lo es, vamos, que me importa muy poco, pero a él mucho. Me dice que si lo es, la deja. Entonces yo me pregunto, si lo es y no te cobra, a qué tanta mandanga. No entiendo a los hombres, menos a los de ahora, cuarentones solteros en sus salsa empastillados para quedar bien mientras les acosa la duda sobre el oficio más antiguo del mundo.


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