Cuando creamos en nosotros como referente válido, analizando conductas, sus consecuencias y errores, reconociendo cada postura, mentira sobre mentira, a lomos de una circunstancia cómoda en su momento, llevadera, conveniente y sin alma, podamos empezar de nuevo partiendo de un cero redondo, exacto e idéntico al más grande suspenso colegial cuando nuestras calificaciones se tradujeron en números, antes de ser muy deficientes, deficientes o insuficientes. De la letra al detalle, colgados en hombros de una madurez suprema que huye de la vejez. Nuestra segunda edad teme tanto a la tercera que nunca dejará de teñirse el pelo y estirarse la piel, aunque por detrás nadie adivine las cicatrices. Se ha engañado tanto que ni la verdad es cierta. Se ha forzado tanto el cuerpo en pos de algún deporte que caminar a la fuerza nos aterra, tanto como sudar por las malas.
Reinventarse es el nuevo camino. Allí donde el reloj tiene poco sentido y uno puede guiarse por la luz. Hasta que sea propia, el trecho es importante. En ese largo trayecto donde el cuco no te recuerda nunca los minutos en su canto mecánico bajo cuerda, encontraremos a todos nuestros antepasados, al vecino cercano, a la gente de vista y a todos nuestros amigos. Que nunca sea leve,y que la vida nos sea vida.