Se quitaron los hábitos la inmensa mayoría por eso de la modernidad y adaptación a los tiempos, con lo que me pregunto si a sus penas puñaladas o quíteme usted el pasado en un plis plas: No pasó nada. No hicieron nada. No han sido nadie y siguen rezando por nosotros todos.
Imponer un altar es como obligarte a comer el viejo aceite de ricino que no le gusta a nadie. Asesinar por dioses por cuenta propia o ajena es matar de todas formas. Enajenación mental divisoria, el grito de altavoz, ora pro nobis, volvamos al rosario de rodillas, repitiendo una y otra vez cada misterio, ruega por nosotros. Yo no sé mucho más, excepto lo del Papa. ¿Matar a su santidad?. No lo creo. Vivimos rodeados, lo escribió la sabia de Helena Valentí hace ya tantos años..."Nosotros somos enanos, vivimos rodeados de enanos y los gigantes se esconden para reírse".
Ese rodeo de grandes sombreros, antifaces y cuerdas, cruces confusas como los catecismos. En el fondo, lo único que se mantiene puro, es el miedo.