-Teníamos una existencia feliz, nunca nos faltó de nada. Aprovechando una ausencia de mi madre, se presentó la asistenta social diciendo que a partir de aquel momento tendríamos otros padres, y así nos llevaron, como dos pequeñas maletas, tan confundidas como silenciosas y obedientes. Mi madre tuvo dos hijos más cuando estaba casada, se separó y nacimos nosotros. A mis otros hermanos no los tocaron, al parecer ese supuesto desamparo era únicamente nuestro.
Fuera del matrimonio, fuera del mundo, sin derechos y entregados a una familia que les sometió a todo tipo de maltratos psíquicos y físicos. Palizas, reproches, abusos sexuales hacia Yolanda por parte del padre adoptivo.
-No quiero dinero, que quede muy claro. No aspiro a otra compensación que el derecho de poder recuperar mis verdaderos apellidos, impugnar la adopción, esa es mi lucha.
La asistenta social del Ayuntamiento de Canovellas tenía -por su cuenta- un despacho en el antiguo barrio chino de Barcelona, y desde allí lo gestionó todo ella solita, a espaldas del Tribunal Tutelar de menores. Existen documentos que acreditan cómo dicho Tribunal no pudo hacerse cargo de la adopción, puesto que la madre biológica les recogió y se archivó el expediente con fecha del 21 de Marzo de 1985. Cuatro meses después -12 de Julio de 1985- obra un extraño espíritu insano y se produce la adopción. Los hermanos pasan a apellidarse Vallejos, cambiando de apellido como quien cambia de camiseta, puesto que de casa, también cambiaron. Hasta aquel maldito 17 de Julio era Francisco Javier Cortés López, pasando a llamarse Francisco Javier Vallejos Golovart. El padre adoptivo, Manuel Vallejos García, falleció hace dos años, y su esposa, Rosa Golovart Romeu, niega categóricamente los hechos (no le queda otra, señora).
Que la asistenta social no pudo actuar sola es evidente, alguien por encima, debajo o al lado, debió manejar el trasiego corrrespondiente, sacándose de la manga una orden de desamparo y otra de entrega de custodia. La voz de los menores no contó para nada, pero se han hecho mayores. Crecieron en un hogar malsano donde la amenaza más amable pasaba por un "mira que te devuelvo".
-Nos sacaron de casa y fuímos conducidos al despacho de Ana Birba Perramón, la asistenta social, quien con cuatro palabras rápidas dijo que teníamos otros padres, otra casa y otra vida. Recuerdo incluso lo que cené aquella noche.
Xavi no pretende otra cosa que recuperar su identidad. Volver a ser oficialmente el hijo de Pepi, su madre biológica, quien tras padecer el robo de sus hijos amparado por todo el aparato estatal, entró en una espiral destructiva que la llevó a la muerte.