Escaños en blanco

Desde el más lamentable desencanto, la desconfianza y un desamparo evidente, escaños en blanco apuesta fuerte y mucho más allá de la utopía.

Opinión | 16 de mayo de 2014
Consuelo G. del Cid Guerra

Visto lo visto (un gobierno dispuesto a pactar con el contrario, un contrario dispuesto a pactar con el gobierno) con tal de seguir la racha, sus cuatro años de gloria que apañen para los restos un bienestar político privado.

Escaños en blanco es el voto del silencio, el que dice sin palabras que no se cree ya en nadie, mienten por cualquier lado y sus degenerados disparates son la ruina flagrante con la que convivimos por fuerza: La suya. Votar en blanco no es ausentarse, supone hacer un verdadero acto de presencia y una postura clara tachada- cómo no- de antisistema.

En una España rota, presa de la dictadura votada que nos destruye, aprieta, despoja y desaloja. Sus hazañas diarias alzan aquel tan sobado y glorioso movimiento nacional que nos sometió a sus anchas atando. Imaginen por un momento los asientos vacíos, los partidos sin gente y la calle Génova convertida en un parque público. A Rajoy expatriado, al Rey en Estoril y a toda su familia camino del exilio con aspecto lánguido de carneros degollados. En prisión a todos los ladrones (habría que construir otra, son muchos) y embargados de por vida todos los que de una forma u otra ejercen el más osado abuso de poder. En realidad, votar en blanco es de justicia, por lo que vale esta pena que viene siendo muy larga y no asoma proceso de recuperación ni cuidados intensivos al respecto.


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