Lo que pasa es que la banda está borracha

Es todo tan desolador como evidente. Sin esforzarse demasiado y echando la vista atrás hacia la corta memoria, aparecen unos tiempos otrora tan prósperos como falsos, materialmente hablando. Comprar dinero es carísimo, y nos lo vendían sin dificultades preguntando lo justo. Había que tener piso, coche, segunda residencia, acudir a un gimnasio y viajar hacia los países más lejanos en busca de exotismo.

Opinión | 16 de diciembre de 2013
Consuelo G. del Cid Guerra

Había, también, que abrazar otras religiones, apuntarse a cursillos en pos del desclasamiento, comer en restaurantes caros de plato blanco cuadrado con un escupitajo sólido en el centro rodeado de siropes en forma de líneas de colores, saborear el mejor vino y meterse un par de rayas. Vestir de marca, lucir un bolso Hermés, llevar gafas de sol con iniciales, operarse los labios, el pecho, inyectar ese botox sobre la arruga y tener un plan de pensiones, visa oro, flores de Bach y sus gotas de rescate para la crisis de ansiedad que procuraba las más fáciles bajas laborales.

En esta dificultad recortada campan por sus fueros los grandes y pequeños despedidos al espacio en busca de identidad. Carentes de información, criterio mínimo y no digamos cultura. Las víctimas de esa usura despojados de un supuesto capital que lloran lo que deben y consienten lo que sucede. Ya no tienen piso, ni coche, ni segunda residencia, no pueden ir al gimnasio ni viajar, Buda no les atiende y comen sopas de ajo.

Pero siempre nos quedará internet para insultar al gobierno desde el teclado, reenviar los chistes rápidos, la caricatura de Rajoy cagando o con forma de rata, acompañando el cuadrante de fondo rosa con una frase lapidaria que reza todo lo contrario de lo que uno hace o es. Y con eso se supone que nos rebelamos, que la protesta eficiente pasa por los canales correctos, atrevidos, sublimes hasta la náusea. Nubes, humo, hadas esperpénticas, bolas de cristal, velas, amaneceres flúor, una cita de cualquier psicólogo notorio, un libro de Coelho, la flor del bien ?si es que existe- tatuada ?cómo no- en el hombro, pegada a la dulce Wendy de Disney, que en paz descanse. Siempre habrá alguien dispuesto a echarte el tarot mientras otro echa la pota.

El banco ya no te da crédito, los amigos tampoco, el circundante pasa de largo y no sabes qué hacer. Ir hacia atrás es devolver orígenes, conceder ese estado de recién llegado al mundo, cuando mamá era otra y tu padre el obrero que tanto has ocultado, no se sabe aún por qué. Te recomendaría que busques las gotas de rescate y chupes sin cesar. Puede que consideres incluso una sobredosis causa-efecto en ese entramado tan sumamente desafecto que engendraste a lo tonto, por imbécil, el día que decidiste tomar ejemplo práctico de eso que hoy llamas sistema y no es el métrico decimal.


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