¿Que hay que superar juntos las dificultades?

Esta frase tentará a más de uno a la hora de tomar la decisión de sumergirse o no en la lectura del presente texto. La verdad es que su contenido no pretende ser una solución para la crisis del país, una arenga a los demás ciudadanos para combatir la corrupción, ni siquiera pretende ser una frase de motivación para colegas que ante las dificultades de su grupo o equipo, decidan luchar.

Opinión | 09 de diciembre de 2013
Ágata Piernas

Aclaro, para que nadie se llame a engaño, que se pretende reflexionar sobre algo más etéreo, inconsistente y filosófico, como es la esencia de una generación, la mía, que ha alcanzado la madurez y no sé si algunos de sus objetivos. Y si los ha conseguido, qué le ha supuesto dejar en el camino.

A muchas de las mujeres que estamos ya mediada la cuarentena, se nos ha educado y formado para ser profesionales competentes, y también compatibilizarlo con la faceta de esposas y madres. En algunas ha predominado una faceta sobre otra y algunas mujeres han hecho ambas compatibles.

A estas alturas de la existencia y con la mitad del camino andado, una valora si todo este trayecto ha formado parte de una ilusión, ambición o aspiración ajena, de un engaño generalizado o de la presión social pasada y presente en el momento de nuestra educación.

En cualquier caso, parece que la insatisfacción, en ciertos aspectos es generalizada. Tanto correr, para, pretendiendo ser perfectas, fallar estrepitosamente en temas esenciales.

Competir en un mundo de hombres en igualdad de condiciones, es una idea que hoy en día muchas mujeres han abandonado. Que muchos hombres se han sentido o sienten como el zángano de la colmena, ha sido reconocido en privado por alguno de mis amigos no hace demasiado tiempo. Otros se sienten inferiores en relación a las mujeres que de manera cercana les tocan.

¿Es ese el objetivo vital que nos marcamos o marcaron hace treinta años? ¿Se trata de desarrollar la competitividad femenina en un mundo de hombres?

Lo cierto es que mujeres y hombres podemos tener la misma educación, formación y objetivos, pero somos muy, muy diferentes.

Las mujeres, hablo por lo que me toca y he vivido, vemos, percibimos, sentimos, diseñamos, organizamos e incluso lideramos, de manera distinta, y no por ello menos eficaz, incluso con la misma formación que los hombres, en igualdad de condiciones. Por lo tanto, aunque el resultado sea el mismo o mejor, ponemos otros instrumentos para conseguir el objetivo.

Por eso, en la educación de las generaciones que nos sucedan, los valores que en base a lo analizado deberían imperar, no sería este individualismo atroz al que algunas hemos estado abocadas, sino, pienso, que a buscar la complementariedad, buscando en el desarrollo personal, profesional y social la propia idiosincrasia e intuición, dejando fluir para sumar, no para someter ni hundir en el abismo a aquellos con quienes trates. El instinto será esencial y no se podrá enmascarar con educación, pues sólo él nos asesorará en la toma de decisiones vitales importantes y decisivas, cuando no se vea claro la trayectoria a seguir.

Tal vez un cambio de rumbo en nuestra segunda etapa vital, con la experiencia adquirida y una vez hecha la recapitulación sobre la primera , nos haga menos competitivas y más plenas como personas, y por lo tanto, más felices.

Si no, siempre queda la opción de acudir a un abogado.

Queda opinado.


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