Varios cristales de establecimientos comerciales se destrozaron. Los molotov volaban.Se paró la circulación atravesando autobuses. Psst psst que vienen, que vienen... y allí estaban los grises. Aporrearon a todos. Bajamos las Ramblas y nos escondimos en el mercado de la Boquería, que estaba desierto, bajo un puesto de melones. Entraron. Veíamos las enormes botas de los grises. Nosotras éramos muy jóvenes, casi niñas. Nos van a matar, hoy nos matan...
Era nuestra primera manifestación. Teníamos menos de catorce años, pero éramos perfectamente conscientes del país en que vivíamos. Quisimos cambiar el mundo. Recuerdo un pacto en la calle Tallers, sentadas en una plaza cuyo nombre no consigo retener en la memoria. Pactamos defender la libertad por encima de todo, aunque nos detuvieran, aunque nos pegaran, aunque estuviera en juego nuestra propia vida. Y lo hicimos.
No frecuentamos discotecas aunque sí bares canallas de las llamadas zonas calientes. Tomábamos un refresco rápido antes de entrar a la mani. Nos vestíamos de forma distinta, sobre todo en lo relativo al calzado. Botas planas con suela de goma, las mejores para correr. Ninguna de nosotras ha cambiado en exceso, y yo siento que ahora, irremediablemente, todo está mucho peor. Le llaman democracia y no lo es. La policía autonómica ha matado a un hombre en Barcelona. Siguen dando palizas y su fuerza es mayor. El perfil del madero es otro muy distinto. Chavales jóvenes, Rambos de gimnasio, ex porteros de discoteca con la porra en la mano.
Ayer se cumplieron treinta y ocho años de la muerte de Franco. No parece que fue ayer, porque ha llovido mucho, pero es más que evidente que hemos ido hacia atrás. Lo dejó todo atado y bien atado. Ha vuelto con otros nombres, otros hombres que censuran, roban, ostentan, nos presionan hasta la asfixia. Quieren un pueblo pobre, enfermo y débil: La figura perfecta de manipulación fácil que no puede rendirse por no saber luchar. Algunos han vivido siempre con el miedo en el cuerpo, y eso destroza a cualquiera. Son palabras de la película Salvador, trasladables a la actualidad. Algunos parecen estar esperando la llegada del poli bueno o que les toque la lotería con la misma facilidad que llega, todos los años, la Navidad. Por eso no hay novedad en el frente. Mientras España entera no asalte las calles, estamos completamente perdidos, invadidos y sin esperanza. Sólo existe una prohibición válida: El olvido. La lucha contra el olvido. Porque el país que niega, ignora u olvida su propia historia, está condenado a repetirla.