El Torneo, en un ridículo intento de parecer algo civilizado, tiene sus normas. Unas normas que pretenden proyectar la lejana apariencia de darle una posibilidad al toro. Dictan, por ejemplo, que el morlaco será indultado si logra sobrepasar los límites del torneo. Sirva para ilustrar la clase de gente que habita el pueblo la facilidad con que los jóvenes se pasan dichas normas por donde la espalda deja de llamarse espalda. El año pasado, sin ir más lejos, la víctima logró sobrepasar los límites del torneo a pesar de lo cual fue lanceada hasta la muerte fuera de dichos límites. Hubo que declarar el torneo no válido, por supuesto, pero eso carece de importancia puesto que de todas maneras los sádicos jovenzuelos tuvieron ocasión de saciar su salvaje sed de sangre, y lo hicieron. Vaya si lo hicieron.
Pues bien. Hoy se ha celebrado otra vez el Torneo del Toro de la Vega en la vallisoletana Tordesillas. En consecuencia, hace un rato ha muerto Vulcano, el toro sentenciado a morir a lanzazo limpio a manos de los más brutos del pueblo.
Y por si alguien quiere acordarse de su familia, el más bruto de este año en principio ha sido David Rodríguez Mata quien, con su ejemplo y cobardía, ha ayudado, un año más, a promover la imagen de palurdos que proyectan al mundo los habitantes de Tordesillas, aunque parece que un tal Álvaro Martín quiere disputarle el honor al más cabrón. El ayuntamiento tendrá que decidir quién en última instancia es el responsable de la muerte. Afortunadamente, el mismo está encabezado por su alcalde, José Antonio González Poncela, hombre cabal y capaz de lindezas como "El toro siente dolor, pero no sufre", algo que, imagino, sabrá porque se lo ha dicho un toro... o Dios... no sé...
¿Hasta cuándo? Pues hasta que los tordesillanos dejen de ser lo gañanes que son, algo que (dicho sea de paso) no se conseguirá recortando en educación lo que se invierte en mantener tradiciones sanguinarias.
Ampliación:
Buena muestra de que el salvajismo hacia los animales va de la mano del mismo hacia las personas queda reflejado en el trato que han recibido aquellos que estaban en contra de la celebración. Como si solamente contara la opinión de los salvajes, los manifestantes que han ido a protestar contra esta barbarie han sido recibidos a pedradas.