Detrás de ella no se percibe la oscuridad, sino el tramo más inaccesible que logres retener en tu memoria. Acacias, un sitio a la deriva, muchachas perezosas que observan el paso desolado de los trenes. Parecería bastante con contar su melodía insufrible. Si supieras que al otro lado de su rostro había tanto desprecio como rosas, si supieras su enorme deferencia para contigo.
Amaba tu aliento y obtenía el placer que ninguno esperaba, lo recuerdas de ese modo también, yerto, sin vestidura y pidiendo a gritos la salvación que solamente tú aprenderías a ofrecerle para luego arrancarle las pestañas deprisa. Detrás de ella, sin embargo, no habita más que la lluvia, bajo su espalda las heridas conservaron su tragedia escasamente bochornosa, no debes marcharte. Nadie querrá admirar sus músculos podridos, su azalea más remota, es el hombre que falta.