Bits Molotov

Ya comienzan a llegar los mensajes alentadores sobre la recuperación económica en España. Los periodos electorales se acercan y los discursos se modifican para dulcificar un auténtico desastre económico, social, moral y humano. Llegan los mensajes que hablan de economías enormes que nada tienen que ver con las domésticas, que nadie entiende aunque convivamos con ellas a diario. El color rosado se instala allá donde encontramos un político con cara de no haber roto un plato. Pero la vajilla está hecha añicos.

Opinión | 12 de septiembre de 2013
Gabriel Ramírez Lozano

Por mucha sonrisa (forzada), por muchas palabras bien colocadas (vacías), por mucha noticia amable (manipulada hasta el insulto); por mucho esfuerzo que hagan algunos, muchos esperamos que la fragilidad de memoria -tan española de un tiempo a esta parte- no se alimente en los medios de comunicación y sí en las consciencias para cada uno de nosotros. ¿Qué sucede en la sociedad española? ¿Cómo es posible que; después de recortes feroces en el área educativa, sanitaria, de investigación y un largo etcétera; no se haya producido una auténtica revolución social? ¿Nos hemos acostumbrado tanto a la corrupción o a que nos tomen por idiotas? ¿Es la sociedad española capaz de aguantar mucho más? Podría seguir formulando preguntas durante horas. Divide y vencerás, ¿verdad? Es algo que los fascistas del siglo XX sabían manejar a la perfección. Una vez que la sociedad está troceada es mucho más sencillo ir eliminando sectores incómodos tendiendo hacia el pensamiento único. Y con los medios de comunicación actuales (verdaderos rodillos que dejan a las personas casi inservibles) es penosamente fácil hacer algo así. Sirve la mentira, la manipulación más torticera, las rueda de prensa sin opción a preguntar, los discursos ridículos y grandilocuentes para anunciar una noticia fantástica que se convierte (pasadas unas horas) en una estafa. Sirve todo porque no pasa nada. En España ya nunca pasa nada. ¿Recuerdan el 15M? Pues ya se encargaron de reducirlo a un grupo de violentos, a un puñado de jóvenes sin oficio ni beneficio. Y, del mismo modo que nos ilusionamos, nos hemos olvidado de ese movimiento porque la reiteración de las imágenes de la policía atacada por esos locos (¿¿??) han terminado calando. Este es sólo un ejemplo. Si hablamos del caso Bárcenas o de los eres en andalucía, si revisamos lo que se ha dicho y la poca consideración que han tenido con los ciudadanos; una de dos, o reímos o nos liamos a poner bombas. No somos capaces de organizarnos. Nos han dividido tanto que ya no tenemos el sentimiento de ser un colectivo, de sociedad. Cada uno se salva como puede, el problema de uno no es el de otro. Y ahora llegan los mensajes edulcorados, los comentarios en las barras del bar afirmando que al final nos han sacado de la crisis con todo lo cabrones que han sido, la credulidad idiota. Nos han convertido en lo que querían. Nos han cegado tanto con tanto miedo que somos incapaces de valorar el precio que se está pagando con esta crisis. Por cierto, nadie debe olvidar que esta crisis y los daños que ha causado, son la mayor estafa de la historia de la humanidad, un monumento al codicioso y el pasaporte eterno para todos los que quieran seguir robando a manos llenas. Se pueden contar con los dedos de una mano las personas que han tenido problemas después de provocar un daño irreparable. Es, sencillamente, vergonzoso ver cómo se ríen en nuestra cara. Mientras todo esto ha sucedido, hemos estado mirando con cara de bobos el panorama, aterrados, sin mover un músculo por si lográbamos salvar el pellejo. Es bajísimo el porcentaje de personas que se han manifestado con frecuencia o que han decidido hacer huelga. Eso sí, hemos inventado una enorme revolución en las redes que, por cierto, no ha servido de nada. Millones de mensajes cada día. La herramienta más potente con la que jamás ha contado el ser humano; eso que llamamos la red; ha servido para que nos dedicáramos a lanzar bits molotov. Porque en las calles no hemos sabido canalizar nuestras energías. Ahora, el panorama es desolador. Nadie se mueve. Parece que la batalla la hemos dado por perdida desde hace mucho tiempo. No estaría mal que pensáramos sobre ello y cargásemos con la parte de culpa que nos toca. Si quieren, hemos construido una revolución para ponernos estupendos en las redes, para hacer chistes y poco más. Es posible que volvamos a tener una última oportunidad para evitar que la comunicación sea un arma de manipulación de masas. En la calle no hay pantallas de televisión que nos muestren lo que alguien quiere para formar opiniones que se agarren a lo escuchado y nunca a lo pensado por uno mismo. En la calle encontraremos a personas en circunstancias similares a las nuestras, viviendo las mismas miserias. Personas sin ganas de frivolizar porque ya están agotadas, arruinadas. Serán los funcionarios los que vuelvan a tirar del carro. Seguro. Los sanitarios, los profesores, los bomberos, los administrativos. Los de siempre, los que no han dejado de dar la cara. Sigamos su estela, lancemos nuestros bits molotov después de manifestarnos, después de votar con criterio. Esta vez no podemos dejar que nos engañen. No lo debemos consentir. Hemos perdido un estado de bienestar que creíamos a salvo, un status social (casi todos) que tardaremos décadas en recuperar si es que alguna vez somos capaces de hacerlo. No pensemos tanto en el futuro y construyámoslo.

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