Debes por lo que eres, princesa de España, te guste o no.
Debes acudir a todos los actos que se tercien, y con buena cara, no con ese gesto entre amargado y despavorido que últimamente te caracteriza.
Debes ser encantadora, simpática, agradable y elegante.
Debes acercarte al pueblo, aguantar los chaparrones y posar para las fotos.
Debes hacer algo por la gente, que ya se te conoce y resultas confusa.
Debes dar instrucciones a tus escoltas para que sean amables, no empujen ni ofendan y que te abran paso de forma más educada.
Y si no te gusta, te largas. No vayas de mártir ni de víctima, porque no cuela. No eres como tu suegra y mucho menos Lady Di. Dejaste de ser un ejemplo hace ya mucho. Tienes un chollo importante, un chollo con sus asuntos, tan buenos como chungos, tan intensos como eres. En realidad, sobras. Tú y toda esa familia política llena de porquería. Eres una mantenida de lujo por todos los españoles. Espantadas, ni una, por princesita que seas. No te las puedes permitir, nena. No eres libre. Sabías lo que hacías cuando aceptaste el cargo y era todo tan hermoso... vas de chula, de prepotente, de diva inconfesable, de atea y republicana en el palacio más grande que se pueda pisar. Leñe con la plebeya que nos ha salido rana.