Barajé la posibilidad de adentrarme en el vacío

Barajé la posibilidad de adentrarme en el vacío, casi por casualidad, como aquellas veces en que la brisa te toca la cara sin pedirlo. Me asomé al precipicio con cierta cautela, admirando la profundidad que alcanzaba hasta llegar al mar inundado de rocas. ¡Qué paradoja!

Opinión | 05 de agosto de 2013
Stella Ibañez

Las rocas inundan el mar y el mar moja las rocas. Me pregunto quién inunda a quién. Quien invade al otro?.

Son reflexiones mudas que no dicen nada y no llevan a nada?.

Estaba de pie, ahora inamovible.

Solo el aire me azotaba incansable, haciendo que mi cabello siguiera su ritmo descontrolado.

El silencio era tal, que se adentraba en mis oídos como una lanza fría disparada desde un lugar lejano.

Abrí los brazos en cruz y dejé caer mi cabeza hacia atrás, respirando a golpe de jadeo, profundamente, sabiendo que serían las últimas veces en las que mis pulmones se llenarían de oxígeno.

El sol se ocultó tras una nube gruesa, como si no quisiera ser testigo de un suceso irrepetible, sin vuelta atrás.

No hay cura para la muerte, no hay consuelo para un espíritu vagante.

Mis ojos se llenaron de lágrimas secas que surgieron espontáneas desde las emociones vacías que ya no eran necesarias?

No comprendí por qué tanta tristeza cuando no estaba invitada.

El viento dejó de ser perceptible y la soledad se hizo cuerpo a mi lado.

Me abrazó con fuerza, tanta que casi no puedo ser consciente de lo mucho que me adoraba.

Soledad amiga, abandono tu amor desconsolado, tus frías noches desnudas de afecto y tus largos días escurridizos entre mis manos?

Dejé de llorar por puro terror de reconocerme a mi misma ante el abismo de mi conciencia.

La lluvia tímida, comenzó a dejarse ver entre los pocos árboles centinelas de la próxima vida.

Dejé inertes mis brazos pendulando a cada lado y aparté de mí la soledad, arrojándola hacia el mar.

Allí se quedó, engullida por la bravura de las olas.

Irreconocible en el fondo de un océano hostil que guarda en sus profundidades secretos que jamás podremos conocer.

Dejó de llover repentinamente.

Una orden firme del cosmos desalojó el cielo de nubes y de nuevo el calor de la estrella poderosa acarició mi rostro desencajado.

Me sentí revivir sin querer hacerlo.

Cada uno de mis miembros se organizaron a si mismos, reflejándose en un charco como un nuevo ser.

Abrí los ojos chispeantes de luz e ilusión y rescaté del baúl de mi mente resortes escondidos de sentimientos que pensé no eran reales.

Desperté en un lecho cómodo, lleno de plumas suaves que acariciaban mi piel desnuda y transparente.

Viví o soné, o soñé que vivía?

Me levanté despacio sonriendo ante él, que me miraba como si fuera la primera vez que lo hacía.

No se quién es.

¿Un extraño o alguien a quien amé?

Tampoco se quién soy yo

Quizás también una desconocida que se coló entre sus brazos?.

Sus labios callaban?

Los míos también?

Entonces se levantó y se fue convertido en sombra.

Nunca más volví a verle

Una solitaria lágrima se deslizó por mi mejilla hasta caer a mis pies dejando una estela de lamento y compasión?

Repetí en mi interior como un eco ensordecedor palabras sin sentido o quizás con una coherencia que jugaba al escondite entre un enjambre de letras.

Las plumas de mi cama, comenzaron a revolverse y formaron caprichosas formas en el techo de la estancia.

No paraban de reír.

Sonrisas de niños, de muchos niños de patio de colegio que corrían de un lado a otro.

Comencé a danzar en armonía pero no era yo la que seguía el compás de la música.

Alguien dentro de mí manejaba mis movimientos como una marioneta de trapo.

Me sentí felíz, empujada por una energía cinestésica originada en un lugar que parecía tan cerca pero tan apartado que se escapaba a mi alcance.

Me rodearon los niños alborotadores, tirando de mí sin tocarme, solo clavando sus ojitos diminutos con una fuerza que no era terrenal.

Noté sus frías y livianas manos sobre las mías haciéndome girar sobre mi eje, arrastrándome hacia una fuente de infinita sensación de bienestar, de aroma dulce de cuentos de hadas que fluía con el ruido de un cascabel.

De de repente la luz se apagó.

Pero no había lámparas, no había artificios en la habitación blanca donde desperté.

Se desvaneció el brillo que me mantenía atada a esta vida?

Se acabaron las risas y los juegos.

Las plumas se aliaron entre ellas para vestirme una a una, delicadas pero arrogantes, hasta completar dos alas enormes que se fundieron en mis hombros.

Los niños de miradas cristalinas, descubrieron ante mí sus alitas discretas casi difuminadas?

No logré interpretar la paz que se adueñó de mi corazón, que a partir de ese momento dejó de vibrar en mi interior. No sabía el por qué de esta mutación tan sutil y repentina?.

Solo un segundo de tiempo después, si es que existía el tiempo real o irreal o imaginado de alguna forma?.surgió entre nosotros un pasillo de luciérnagas que guiaban al cielo.

Los niños bellos, olían a flores recién cortadas, a campo abierto, a almas limpias y nítidas?.

Uno a uno comenzaron a elevarse y se perdieron al final del camino iluminado?

Me dejaron sola.

Un escalofrío se interpuso entre mi dicha y mi infortunio, recorriendo cada uno de los más recónditos lugares de mi anatomía.

No pude luchar ni quería hacerlo contra la naturaleza sabia y dejé que mis alas comenzaran a batir despacio para alejarme con ellos y envolverme en la luminiscencia divina.

No quise morir porque ya no estaba viva.

No quise soñar porque no estaba dormida.

Sólo deseé descansar asomada en la ventana del horizonte, acunada por las ninfas que cabalgan en las perseidas de las breves noches de verano

Ahora desde allí , te observo cada mañana????


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