Querrá ser como ella, se pondrá de pie con el entusiasmo que acaece cuando uno menos sufre. Allá abajo, en la plazoleta nueva, el mundo prosigue mientras tanto con su farsa y sus niños más obtusos, claro que sí, y tú te desentiendes del cuerpo que aborreces. A su vez, ella hará con su cabello una flamante mentira, va a ser fiel a su modo y añade mendacidad a su desgarro.
Sí que la reverencias, como los sonámbulos honran sus cadenas lívidas, su espanto. Ya no habrá por hoy más granizadas. Y crees sin embargo que el deseo se parece a esa proclama que no se sustenta por sí misma: ¿Quién es el culpable de tanto desamor? ¿Cómo es que ella disfruta sin querer con la desidia de los demás? Y por último, ¿será cierto que no miente más su espejo que otros días y que no le aterran las perentorias súplicas de A.? Querrá ser como ella, estás casi seguro.