Tengo una bala que reventó ante mis ojos en 1974. Acabo de enviarla por correo al heredero mayor de un insólito reino, el de la lealtad. Desestimo las frases en cadena, los mensajes de amor con fondo rosa, sus a-Dorados marcos llevaderos que vienen y van tan fácilmente como se rompen. Esas frases han matado la cita del poeta, del escritor, del pensador ya muerto, del periodista vivo, del héroe sin sentido que ha perdido la luz. El hombre es ese toro capaz de clavar dardos sobre el más frágil de los lomos. Capaz de analizar una sangre sin título (académico) , de firmar cien sentencias, de culminar lo breve a modo de rosario. Ora pro nobis. Mater amabilis, mater admirabilis, mater amantisima. Ruega por nosotros.
Aprendí aquel latin : Rosa-rosae. Desestimé práctica-Mente todas sus declinaciones. Suspendí. Y colgada en el tiempo, un trapecista joven me devolvió la vara de medir. Acróbata, sentido, cuerda floja, memoria, senectud. Antes de que la espalda me abandone. Después de permitir. La lucha es arriesgada. El peligro está aquí.
Nací zurda, y estaba muy mal visto. Con métodos castrantes corrigieron aquel defecto feo, y la ambidiestra que escribe, puede y sabe firmar al revés, con ambas manos, sin prisa ni problema. Ahora entiendo y sé por qué vine a este mundo manejando la izquierda. Me lo pedía el cuerpo, y el alma me pidió muchas más cosas. Cercana a la locura, lejos de esa ventana cuyas rejas de mármol han insistido tanto en su clausura. Ya no soy poesía. He arrojado el guante. Blue Velvet. He apostado fuerte a la carta marcada, consciente de sus trampas. Juana la Loca tiene una toca llena de mierda para tu boca.