Una mirada profunda

El largo corredor blanco desembocaba en un vestíbulo blanco, donde había tres puertas blancas. La de la derecha tenía una inscripción que decía: ?NEUROPSIQUIATRIA Jefe de Planta.? Respiré profundamente y llamé con dos golpes secos. ¡Pase! Dijo una voz clara desde el interior. Conocía bien aquella voz, puse la mano sobre el pomo de la puerta y abrí...

Opinión | 17 de marzo de 2009
Delach

¿Cómo empezó? Siento que en mi mente las sombras se mueven, pero la oscuridad persiste, no se dispersa. Intento concentrarme y no dudar, porque la duda crea inseguridad y la inseguridad temor. Y yo temo desde hace demasiado tiempo. En el fondo ¿qué me importa saber si con ello he de sufrir? ¿No puedo inhibirme del pasado y hasta del futuro en aras a un presente indoloro, huérfano de deseos y frustraciones? El dolor te hace poco exigente. Solo quieres que cese. Luego sí, luego deseas muchas cosas, pero cuando el dolor aprieta solo quieres que termine de una vez. Intentaré fijar mi atención de nuevo. Todo empezó??

¡Cuidado! El coche giró a su antojo sin obedecer a ninguna orden, derrapó y cayó por el acantilado. Yo, según me dijeron, salí despedido y eso me salvó la vida. ¿La vida? ¿Qué vida? Ella murió. Creo que yo también.

¿El dolor? Hablamos del dolor ¿verdad? El dolor físico es definible, pero ¿cómo se define el otro? Ese que es más que psíquico, más que moral, más que humano, porque carece de aquello que más caracteriza al hombre: la esperanza. No lo sé. Algo sin definición es abstracto y mi padecimiento es real y concreto.

Me gustaría precisar que pasó después. Sé, así me lo contaron, que estuve ingresado en un hospital cuatro meses hasta que mis fracturas fueron soldadas y mis heridas cicatrizaron. (Las internas siguen abiertas). Después?.. No supe qué hacer con mi vida, que ni me parecía vida, ni tampoco mía e intenté?..

Tres años hace de todo esto y hoy van a evaluar mis progresos. Intentarán conocer si los vericuetos de mi mente han sido desbrozados convenientemente. Si razono con claridad, si ya no soy un peligro para los demás y, sobre todo, para mí mismo. Alguien dijo, creo que Albert Camus, ?El hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma? y yo estoy habituado a sufrir, a veces sin tener plena conciencia de ello. Así que poco me importa lo que puedan opinar sobre mí. Nada tengo que hacer aquí, pero tampoco tengo nada que hacer fuera.

-Siéntese por favor ¿Cómo se encuentra Sr?.? La pregunta procedía de la Dra. H?..

Me hicieron, las conté, treinta y dos preguntas y a todas ellas contesté con serenidad y precisión (no sé cómo pues ni estaba sereno ni había estado preciso en los últimos tres años) y llegaron a la conclusión que ya era apto para incorporarme a la vida normal ¿normal? Y me dieron el alta médica.

Ya estoy en la calle, hace sol y nadie me espera. Sin saber porqué sonrío y recuerdo aquella frase de Joseph Conrad: ?La vida no resiste una mirada pronfunda?.


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