Si no se tiene cuenta corriente, no se es nadie, o -lo que es peor- entramos en sospecha. Un ser sin cuenta es un humano desestructurado que no puede aspirar prácticamente a nada, y la sociedad hará lo imposible para que jamás sea nadie. De hecho, incluso los más tristes y abandonados vagabundos cobran la paga mínima a través de alguna entidad. Con esa paga cubren el tabaco, el tinto y poco más. El estado sabe -de sobra- que no pueden vivir dignamente, y les mantiene indignos hasta el final de sus días. No se les rescata, pero a la banca, sí.
La mala gestión de tantos, tantos directivos inútiles que han dirigido el tema, queda impune. Se cierran oficinas y el culpable es el "bancario" (empleado) casi nunca el "banquero" (propietario). Donde hay patrón, no manda marinero, y donde hay cabrón, marica el último. No hemos cambiado nada, excepto para la protesta barata.
Un sin techo es una persona que no tiene casa, y su caso singular parte de alguna desgracia que empezó en su día y nadie socorrió. Con el tiempo, muchos se vuelven locos, como los empresarios cuando se arruinan. Estos últimos, bastante cobardes por cierto, acostumbran a suicidarse ante la imposibilidad de enfrentar su nueva situación. No quieren ser ni mortales ni viles, puesto que sólo saben existir siendo ricos. A esos, tampoco les rescata nadie. Son una banca privada que financió empleo, especuló con todo, cargó con sus puestos impuestos y normalizó la trama nunca confesada por cómo ser millonario. Hecha la ley, hecha la trampa, dicen. Pero empiezo a pensar que es al revés : La trampa crea la ley, y lo mejor será mantenerse al margen de ambas cosas. Que digo yo.